domingo, 9 de octubre de 2011

17.- MIROS: EL VALLE DE LA GUERRA

El Valle de la Guerra, estaba prácticamente deshabitado, cuando los invasores penetraban en el Gran Valle, las “águilas”, les esperaban allí para luchar, este valle, era el campo de batalla, y nadie se atrevía a vivir en el, pero era muy transitado, y de vez en cuando, había refugios para pasar la noche, refugios que unas veces se construían en un lugar y otras en otro, porque invariablemente, en caso de guerra, quedaban destruídos.
El acuerdo con “Queñín”, era que hiciese una fogata de humo cuando estuviese preparado, y de atacar cuando este viese un humo semejante en lo alto de las montañas del oeste, así que, un grupo, se dispuso a rodear el Valle de la Guerra, y buscar un lugar desde el que fuese visible el humo, y acumular materia para incendiar en su momento.
Miros y Eusina, se acercaron para ver si la batalla se había iniciado, y efectivamente, los invasores y las “águilas”, estaban enfrascados en una pelea que no parecía tener dominador, hasta ahora, las mujeres siempre habían vencido. Pero hasta ese momento, tenían a Eusina en su bando, y esta vez, era la primera vez con Edeca como reina, seguramente, tenía buenas oficiales, que lucharían muy bien, pero nunca antes, los invasores se habían preparado tanto, y además, éstos creían tener una parte de su ejército al otro lado del río, lo cual no era así, ya que había sido destruído.
Durante varios días, ambos bandos lucharon sin tregua. Las “águilas”, comenzaban a dominar, ya que contaban con la ventaja de estar esperando al enemigo en un punto elevado y difícil de conquistar, pero los invasores, se estaban volcando cada vez más hacia el río Nospe, que era terreno más llano, y por el que podían recibir ayuda del otro lado. Cuando ellas flaquearon un poco, los invasores, decidieron utilizar la baza de atacar desde el otro lado del río, así que, hicieron todo tipo de señas, con estandartes, con humo, y finalmente mandando hombres atravesar el río en busca de los suyos, pero por allí no aparecía nadie, ni tan siquiera los mensajeros enviados volvían, desesperados, atacaban con saña, para, al menos, abrir una brecha y con eso obligar a las “águilas” a cambiar sus posiciones.
Las “águilas” estaban ganando terreno a costa de un elevado número de bajas, ambos ejércitos se estaban destrozando, después de quince días, la situación se volvía insostenible, y los invasores, parecían retroceder, como si estuviesen pensando en la retirada, en vista de que no llegaba la tan esperada ayuda por el río.
Hacía días que los corredores de campo de Klasnic, habían visto el humo de “Queñín”.
Miros decidió atacar la retaguardia de los invasores. Puso a la gente en marcha, y cuando llegaron al lugar de la batalla, el paisaje era desolador, muertos y heridos, habían cubierto todo de sangre, de aves de rapiña, de un hedor, que se incrustaba en la nariz para no dejar nada en el estómago de nadie. Los invasores, ya diezmados por las “águilas”, no podían creer lo que veían, no sabían contra quién luchar, y no tenían lugar por el que huir, así que, luchaban desesperadamente, por primera vez, se veían abocados a ser exterminados.
Los cazadores del Valle de los Caballos, iban en una segunda fila, lanzando flechas y más flechas, abriendo camino a la infantería que iba unos metros por delante, Miros, Eusina y Klasnic, iban en el centro flanqueados por los mercenarios que cubrían unos cuantos metros, entre mercenarios iban los desterrados, esos guerreros que por circunstancias habían acabado en el Valle del Destierro, y por primera vez lo habían abandonado, eran un ejército temible.
A medida que avanzaban, iban destrozando a los invasores. Las “águilas”, sorprendidas, abandonaron la seguridad de su posición, y se lanzaron en un cuerpo a cuerpo contra los invasores, creyendo que la batalla estaba decantada a su favor con la llegada del extraño y oportuno ejército que veían. En un día, los invasores fueron perdiendo terreno hasta ser destruídos, finalmente, unos pocos, resistían en un alto, pero hacía rato que ondeaban la bandera blanca.
Durante la batalla, Miros y Eusina, se habían abierto paso sin pausa, haciendo que fuese una desgracia estar en su camino, Klasnic a la derecha de Eusina, y Miros a la izquierda, no podían avanzar tan deprisa como ella, y los demás no les seguían a ellos, por lo que su avance, tomó la forma de una flecha, cuya punta era Eusina, cuando todo terminó, el centro por el que habían ido los tres, acumulaba más del triple de victimas que el resto, mercenarios e invasores se batieron de nuevo, pero esta vez, los invasores ya estaban muy cansados, hubo muchas bajas, pero todo fue rápido, y al final solo quedaba aquel pequeño grupo en el alto con la bandera blanca.
Miros mandó un mensaje diciéndoles que si se rendían se les respetaría la vida, pero serían prisioneros. Los invasores aceptaron, porque al otro lado, la perspectiva de las “águilas”, les ofrecía una muerte segura.
Edeca, como reina de las “águilas”, mandó una mensajera para reclamar a los presos, Eusina, se mofó de la mensajera.
-Puedes decir a Edeca, que este ejército no es suyo, ni obedece sus órdenes. Que estos presos son nuestros, ya que este ejército es el que ha decantado la victoria.
-Eusina, no puedo creer que no estés de parte de Edeca, habíamos oído historias acerca de tí, pero nunca pensé que te unirías a otro ejército -dijo la mensajera-.
-Transmite el mensaje que te he dado, y ya que has venido, avisa a quien ocupe el puesto más alto de vuestro ejército, que tiene las horas contadas, y que Eusina va para allí.
Sin decir una palabra más, la mensajera se alejó. Miros, hizo avanzar todo su ejército, y acampó en el lugar desde el que se habían defendido las “águilas”, haciendo retroceder a estas hasta el interior de su valle. Suponía un desafio, pero de alguna manera, tenían que ocupar ese sitio, pues más atrás, el panorama era tremendo, muertos y sangre, miembros amputados, y mal olor.
De nuevo volvió una mensajera, esta vez, preguntando de parte de Edeca, si venían a morir o venían en son de paz. Demasiada arrogancia. Esta vez, Orey, se dejó ver:
-Mensajera -dijo-, vuelve por donde has venido, y advierte a las demás, si veo una mensajera más por aquí, morirá. Advierte a Edeca, cuando esté en mis manos, no me conformaré con su cabello. Advierte a quien quiera de vosotras que dirija el ejército, si tan tonta y retrasada creéis que soy, atreveros a poner en práctica vuestras tácticas contra mí. Advierte a toda la población del Valle de las “Águilas”, en este valle, yo soy la reina, y cuando llegue el momento, haré justicia, y te aseguro que sabré quien me ha traicionado y quien me ha sido fiel.
-Orey, Orey… -repetía en silencio la mensajera- eres tu, pensábamos que estabas muerta.
-De sobra sé que nadie se preocupó de mi, no intentes justificarte.
-Te equivocas, Orey, hubo gente que no estaba de acuerdo con el nombramiento de Edeca, y otra gente, que aunque estaba de acuerdo con ese nombramiento, no estuvo de acuerdo con el trato que se te dio, lo del pelo, fue una canallada.
-Nadie salió a defenderme.
-¡Fue por miedo! ¿qué podíamos hacer?
-Eusina fue a buscarme.
-Eusina es una gran guerrera, nadie osaría enfrentarse a ella.
-Es hora de que te vayas -sentenció Orey-.
-Antes debo decirte una cosa, Orey. Yo soy una mensajera ahora, pero también soy mensajera en tiempos de paz, viajo por todo el Gran Valle, hace tiempo que se oyen rumores de tu presencia en el otro lado del río Nospe, pero las mensajeras no hemos dicho nada a Edeca. Mientras viajamos, hemos visto como humilla a todos los valles, nadie está contento con las “águilas”, nunca lo han estado, puesto que siempre tienen que rendir tributos injustos, pero desde que Edeca está en el poder, la gente del Gran Valle, está siendo explotada en demasía.
-Por eso vamos a derrocar a Edeca.
-No quiero volver con ella, quiero quedarme contigo, si me lo permites, Orey.
-Debes volver, transmite el mensaje que te he dado, avisa a todo el que quiera oírlo, que habrá una guerra en nuestro valle, una guerra que no parará hasta que uno de los dos ejércitos quede destruído, así que avisa a toda la gente que no quiera saber nada de Edeca, que se aparte de mi camino.
-Así lo haré. Que sepas que las mensajeras, abandonaremos el valle, cruzaremos el río, no queremos participar en esto.
-Vete a Vallecillo, y quien te encuentres allí, le cuentas lo mismo que a mi, luego, tendrás que tomar partido por Edeca o por mí.
La mensajera se fue, no era para fiarse de ella, pero cabía la posibilidad de que algunas “águilas”, se pusieran de parte de Orey. Aunque Eusina, sabía que ninguna sería soldado, las guerreras, estaban en contra de Eusina, y la nobleza en contra de Orey, solo las clases bajas de aquella sociedad, tendrían la esperanza de salir de las míseras condiciones en que se encontraban.
A los dos días, el ejército de Edeca, se preparó para la batalla, y al tercero, pensaba atacar a traición, por la noche.
El plan no resultó, los corredores de campo vigilaban todos sus movimientos, y se habían dado cuenta de su plan. Además los jóvenes de Vallecillo, habían cruzado el valle entero, sin que nadie pudiese capturarles, se habían enterado del potencial del ejército de las “águilas”, de su número, y de su posición.
Todas las guerreras estaban frente al ejército de Miros y Eusina, el resto del valle, estaba desprotegido.
Miros envió a varios jóvenes para dar la señal convenida a “Queñín”.
Ese día por la noche, rechazaron el ataque traicionero, luchando desde lugares bien escogidos, y con la inestimable ayuda de Klasnic, un experto en la lucha nocturna, repelieron el ataque con facilidad, con pocas bajas, y sembrando el desconcierto en el bando contrario.
A la vez que luchaban, podían ver en las montañas, el brillo de una gran fogata, que a la vez estaba viendo “Queñín”, éste, atacó desde el norte, y antes de que las “águilas” se dieran cuenta, había tomado posiciones muy cerca de su población principal, desde donde Edeca, veía como su reinado estaba en peligro.
Con la llegada de las mensajeras a Vallecillo, tanto en este valle, como en el Valle de los Pájaros, se prepararon para rechazar cualquier intento de huida por parte de las “águilas”.
Cuando “Queñín” detuvo su avance, Edeca ordenó un nuevo ataque al ejército del sur, esta vez, dejando tropas vigilando el norte. Pero cuando las guerreras se dirigían al encuentro de Eusina y Miros, se encontraron con ellos mucho más cerca de lo esperado, pues habían avanzado varios kilómetros, dejando atrás algunas poblaciones de las “águilas”.
A la vez que pasaban por estas poblaciones, una vez superada la escasa resistencia, se limitaron a tranquilizar a sus habitantes, dando la opción de huir o la opción de unirse a ellos, pero no podían huir sin antes visitar a Orey.
Cuando la gente visitaba a Orey, esta les pedía información sobre todos los posibles desagravios que habían causado Edeca. Cuando la gente se iba de la presencia de Orey, se iba topando con Eusina, todo ello, hacia que la confianza en este nuevo ejército fuese grande, y muy poca gente huyó, y mucha gente se quedó para ver el final de esta guerra.
La historia que rodeaba a Orey y Eusina, la odisea de Miros, y el altruismo de Klasnic en esta guerra, fueron creciendo hasta formar una leyenda, cada historia de cada uno de estos personajes, se fue agrandando y exagerano de boca en boca, y todo el Gran Valle, estaba llegando por la retaguardia para ayudar.
La sociedad sexista de las “águilas”, habia dejado tras de sí, miles de humillaciones, infinidad de agravios, familias rotas, y una injusticia en cada rincón del Gran Valle. El mismo modelo pero a la inversa que los propios invasores.
La guerra no parecía ser laraga, es más, Miros tenía la esperanza de que no fuese necesario luchar, y que una vez que las “águilas” se viesen en desventaja, renunciarían a la guerra. Pero estaba equivocado, nada más lejos de la realidad. En los días siguientes, el ejército de las “aguilas”, creció en número, hasta ese momento, no se habían movilizado al completo, y estaban dispuestas a vencer.
En esos días, la lluvia, lo estaba encharcando todo, lo cual dificultaría los movimientos, a pesar de estar en un buen emplazamiento, el barro, impedía el buen funcionamietno del campamento de Orey, la comida era difícil de transportar hasta allí, a pesar de que había muchos ofrecimientos para proveer al ejército salvador, no era fácil de hacer llegar los alimentos.
A su vez, la tarea de ir amontonando los cadáveres que quedaban en el Valle de Guerra, se había encomendado a la gente que se incorporaba por la retaguardia. Los muertos se iban acumulando en grandes montones que no se podían incendiar por culpa de la humedad.

1 comentario:

Mercedes Vendramini dijo...

Perdón por llegar tan tarde! estuve unos días en Buenos Aires y sólo me dediqué a disfrutar de otras cosas. NADA DE BLOGS!
Es hermoso volver y encontrar tus letras y esta historia cada vez más emocionante!

Cariños!