lunes, 18 de julio de 2011

10.- MIROS: KLASNIC

 

Miros y Ana seguían a aquel chico, y no sabían cómo, pero cruzaron el pantano, como si fuesen por un camino, se mojaron mucho, pero no se hundieron ni una sola vez. Parecía imposible que los chicos encontrasen una salida en aquel laberinto, pero ellos, habían cruzado tantas veces, que lo hacían en apenas hora y media.
Más sorprendidos quedaron cuando el chico, siguió guiándoles por el bosque, y se dirigió directamente a la entrada secreta del círculo de las brujas. Al parecer, sus aventuras no terminaban en el pantano.
Una vez allí, el sistema de vigilancia que Miros había dejado en el círculo, funcionó a la perfección y pronto estuvieron rodeados de los amigos que estaban haciendo guardia en ese momento, y aquí, el chico si que se sorprendió.
Pasaron una noche agradable en la casa de Sara y Andrea, tuvieron una cena exquisita en un ambiente festivo y alegre, el lugar rebosaba alegría. El cambio en aquellas mujeres que encontraron tan enfermas, era espectacular, y los que se habían quedado allí, estaban realmente contentos. Su joven compañero de viaje, creyendo encontrar allí a unas brujas devoradoras de hombres, no cabía en si de gozo, y decía que parecían hadas del bosque, afirmación que hacía desternillarse de risa a Miros, que se había tomado a risa toda esa superstición de todo el Gran Valle. Miros se preguntaba, si Orey, que no sabía lo que eran las brujas, sabría lo que eran hadas, aunque a decir verdad, tampoco el lo sabía.
Al día siguiente, Ana y Miros partieron hacia el paso para buscar a Klasnic, dejaron al chiquillo con Sara y Andrea, que lo mimaban como si tuviese diez años en vez de dieciseis, y el se dejaba mimar, aunque si hubiese recibido esos mimos de sus padres, se hubiera ofendido por tratarle como a un crío.
El paso parecía fácil de franquear, y Miros, casi estaba seguro de que se podrían introducir por allí algunos animales domésticos de gran tamaño, y reanudar la ganadería, que mejoraría la vida en todo el Gran Valle, que apenas si disponía de algunas aves, salvo en el Valle de las “Águilas”, que se habían apoderado de las pocas ovejas y cabras que habían sobrevivido a la extinción de caballos y vacas.
Al traspasar las montañas, el clima cambió, y se hizo mucho más frío, descendieron por la empinada ladera que daba hacia el este, y Miros ya no estuvo tan seguro de que se pudiesen llevar animales por allí, así que se resignaba a disponer tan solo de un ejército de infantería, muy inferior a la caballería. Lo que por otra parte le daba ventaja, ya que para el nunca fue fácil eso de los caballos.
Tardaron todo un día en llegar al palacio donde los amigos de Ana les recibieron sorprendidos.
Nadie se esperaba ver a Ana, sus amigos se pusieron muy contentos, en la mirada del hombre, Miros no había visto otra cosa que amistad, al contrario que en los ojos de Ana, que se tornaron ansiosos y tristes, al borde de las lágrimas que solo se pudieron contener con la aparición de algunos niños pequeños, que rompieron aquel momento de tensión.
Cenaron copiosamente, y luego se quedaron los cuatro solos.
-Necesito encontrar a Klasnic -espetó Ana sin rodeos-.
-No está cerca, Ana, nos llevaría una semana llevarle cualquier mensaje, y otra semana más para tener una contestación.
-No importa, le necesito, le enviaré un mensaje, y no esperaré su respuesta, necesito sus hombres, le pediré que me ayude, pero no se lo exigiré, si el acude a nosotros, será bien recibido, si no acude, no se lo tendré en cuenta.
-La batalla tendrá lugar con el o sin el -intervino Miros-, si llega a tiempo, bien, si no, nos arreglaremos con lo que tenemos.
Al día siguiente, un mensajero salió hacia el sur, y Miros y Ana, regresaron hacia las montañas del oeste, para volver cuanto antes sobre sus pasos.
Klasnic, se encontraba muy al sur, luchaba en la frontera contra unas tropas poderosas que amenazaban con invadir todo el país. Sus hombres estaban cansados, pero al final habían rechazado el ataque. Ahora, estaban esperando para ver si los enemigos, volvían a atacar, o atacaban a otra gente, no se podían imaginar que se encontrarían a esos mismos enemigos un tiempo más tarde al oeste de las montañas. Klasnic accedería a aquel valle por el noroeste, apareciendo por el Valle de los Pájaros, el enemigo accedería por el sur, muy lejos.
En ese momento, la calma daba lugar al recuento de bajas, al descanso merecido, a la convalecencia de los heridos, al amor que durante varias semanas estuvo apartado de sus cabezas.
Se encontraban apartados del campamento principal, eso siempre era así. Eran los mercenarios que decantaban las guerras hacia uno u otro lado, eran los mejores en la batalla, los que iban a la vanguardia, los que no tenían a nadie para reponer sus bajas, los que dependían de su victoria para vivir… Pero a la hora de la verdad, eran unos marginados que acampaban a cierta distancia de los demás, para no tener que presenciar como no había nada para ellos, se les trataba como asesinos, no se les proporcionaba comida, ni bebida, ni cuidados médicos, eran los principales en la batalla, pero tras ésta, eran repudiados.
Todo ello entristecía a Klasnic, que estaba orgulloso de sus hombres, de sus mujeres, y hasta de los pocos niños que había en su campamento, puesto que nacían en mal momento, y no se les podía abandonar hasta llegar a un lugar seguro en que crecerían con sus madres, hasta que tuvieran edad para seguir con algún familiar.
En el campamento principal, era fiesta, habían llegado alimentos, ropas nuevas y limpias, hasta bailarinas, pero todo eso no les alcanzaría, porque a ellos, como mercenarios, no se les daba nada, se suponía que con la mísera cantidad que Klasnic había negociado como pago por sus servicios, tendría que ser suficiente.
Odiaba aquella fiesta que veía a lo lejos, sus hombres, habían sido los que consiguieron la victoria, pero los otros cobardes, eran los que la disfrutaban. Miraba aquel campamento alegre, y luego miraba el triste estado de su campamento, las ropas sucias de barro y sangre, mugrientas, que tendrían que ser lavadas arduamente por todos al día siguiente, algunas, estaban inservibles, y tendría que gastar parte del dinero en sustituirlas. No había dinero para corazas protectoras, y solo se protegían con escudos abollados. En su campamento, no se oían risas, las mujeres traían leña para cocinar, los hombres buscaban caza para comer a pesar de estar cansados. Los herreros y otros trabajadores, habían terminado por meterese en el medio de la batalla para sacar de allí a sus heridos y muertos, eso era lo peor, aquellos muertos, eran sus amigos, y ya no estaban. Su campamento estaba silencioso, el cansancio, había podido con todos, y solo el quedaba despierto para hacer la guardia, se sentía responsable de ellos, y se ocuparía de la guardia toda la noche, dejando que todos descansasen, el ya descansaría durante el día.
Le quedaban ciento dos soldados, les había contado esa tarde, había perdido veinticinco. En total, el campamento estaba formado por doscientas veintitres personas, y temía por el futuro de todas ellas.
Los gritos de júbilo del campamento principal le estaban molestando, no entendía como podían celebrar nada después de tantas muertes, pero la mayoría habían sido de sus mercenarios, estaba claro que no importaban, para eso cobran diría aquella gente. Estaba cansado de trotar por el mundo perdiendo vidas por una miseria.
No esperaba a nadie, era ya noche cerrada cuando un hombre se acercaba desde el campamento principal. Era muy raro, porque su campamento era evitado a toda costa, nunca venía nadie, como si tuvieran la lepra, como si fuesen peligrosos asesinos, como si le pudiese pasar algo malo a quien se acercase, como si su olor les molestase o su comida fuese nauseabunda, porque nunca, jamás en todos aquellos años, nadie se acercó a compartir su comida. Era una falta de respeto, casi todos sus hombres cocinaban, pero cuando estaban ocupados, tenía dos mujeres y un hombre que cocinaban maravillas con las escasas provisiones de que disponían siempre.
Aquel hombre que se acercaba, venía corriendo, agotado, como si viniese desde muchos kilómetros en vez de unos centenares de metros.
-Traigo un mensaje para Klasnic, tengo que verle -dijo exhausto-.
-Yo soy Klasnic, dame tu mensaje, pero antes descansa, ¿de quién es el mensaje?
-De Ana.
-¿De Ana?
-Sí, de Ana, se acercó al palacio.
-Si Ana se acercó al palacio a pesar del dolor que eso la produce, es que es importante. ¡Pero chico!, te estás mareando, es que no te han dado de comer y de beber estos de ahí abajo.
-No, señor, dijeron que si el mensaje era para tí, que ya te encargarías tu de mi cena.
-Son miserables, me equivoqué al ayudarles, pero en otro lugar hubíese sido lo mismo. Ven, come algo, seguro que te vendrá bien aunque ya esté frío. Y dame el mensaje, me muero de curiosidad.
“Klasnic, soy Ana, necesitamos ayuda, tómate tu tiempo, si decides venir, siempre llegarás en buen momento. Parece que disponemos de algunos meses antes de necesitar ayuda. Entenderé que no puedas o no quieras acudir, aunque conociéndote se que vendrás aunque sea tu solo. No se con qué podrá pagarte esta gente.
Si decides venir, dirígete al paso del norte, ya conoces donde vivía, en la casa de Sara y Andrea, allí, durante un par de meses te esperará un chiquillo, que te guiará hasta nosotros.
Tengo muchas ganas de verte. Espero que no visites a nuestros amigos, los niños te romperán el corazón, sobre todo los tuyos.”
El mensaje, le mantuvo despierto toda la noche, Klasnic, acudiría a la llamada de Ana, si el lugar donde se encontraba Ana, la mantenía tan distraída como parecía, también a el le podría distraer de su propia agonía. Pero llevarse a toda su gente, no era tan seguro, sabía que Ana, no estaba contratando a unos mercenarios, estaba pidiendo ayuda a un amigo.
Le daba pereza emprender tan largo camino, para volver a luchar, para estar en las mismas condiciones en que se encontraba en ese momento. Seguramente su gente le seguiría, no tanto por la fidelidad que le tenían, como por las ganas de perder de vista a la gente que les había contratado por todo el país.
Contando con que todo su ejército le siguiese, tardaría más de un mes en recuperar a su gente, avituallarse, y llegar hasta la casa de Sara y Andrea, una sonrisa cruzó su rostro al pensar en aquellas dos mujeres, eran tan amables e infantiles, que le parecía absurda la fama de brujas que tenían para defenderse. Le había entristecido la noticia de la muerte de su abuela.
Klasnic durmió todo el día siguiente y la noche, al siguiente día, cobró por sus servicios, y levantó el campamento, el alboroto que se producía cada vez que se ponían en marcha, levantaba el ánimo de su gente, todos caminaban con alegría, y se preguntaban dónde irían. Cuando Klasnic les contó el mensaje, y les dijo que iría solo si hacía falta, se hizo un silencio que le ponía nervioso, continuó diciendo que no sabía a ciencia cierta si cobrarían por aquel trabajo, con qué gente se encontraría al otro lado de las montañas, y que no estaba dispuesto a llevarles a una aventura tan incierta, así que , si alguno no quería seguirle, le daría su parte, y no le guardaría rencor, podían hacer lo que quisiesen a partir de aquel momento.
Acto seguido, Klasnic se giró sobre si mismo y se puso en camino hacia el norte. Sin que nadie dijese una sola palabra, todos le siguieron, no hablaban entre ellos, no comentaban el mensaje de Ana. Todos sabían la historia de los dos y de sus amantes, en su momento, aquella gente, había convivido con Ana, y ella, como no, se había integrado en su campamento como si hubiese nacido en el. Se ganó el aprecio de todos y era recordada con respeto.
Durante el camino, las mujeres con hijos, fueron abandonando el grupo en algunos pueblos, pero fueron sustituidas por alguna que otra con ganas de aventura, y que había abandonado el grupo en otro momento por semejantes motivos. Cuando llegaron al paso, eran unos pocos menos, así todo, eran doscientos dieciséis, se fueron adentrando en las montañas, llevando solo lo necesario. Les costó un día entero pasar a todos ellos por la montaña, y cuando todos descendían por el bosque en dirección a la casa de las brujas, se sentían liberados, el clima más suave del Gran Valle, les daba la sensación de que comenzaban una nueva etapa en su vida, y de momento la sensación térmica era más agradable.
Sara había sido avisada por los vigilantes de que se acercaba Klasnic, y salió a su encuentro, mientras Andrea, preparaba sitio para su llegada, y organizaba una gran comida, que estaba esperando mucho tiempo por aquellas personas.
Klasnic se sorprendió del sistema de vigilancia que Miros había dejado en su ausencia, se admiró de la organización de su llegada por Orey, sin que ella supiese con exactitud si el llegaría solo o con doscientas personas, y se maravilló de la seriedad de los guerreros que hacían las funciones de vigilantes, obra de Eusina.
Comenzó a admirarles incluso antes de conocerlos, pero no se hacía ilusiones, una vez estuvieran en el mismo lugar, su gente volvería a ser marginada como siempre había sido, de eso no tenía ninguna duda.

domingo, 10 de julio de 2011

9.- MIROS: VALLECILLO

El grupo final se componía de una veintena de personas. Cruzaron el bosque, y caminaron por la orilla del río hacia el sur, después de unos días, llegaron a los temidos pantanos. Eran solo barro, raíces entretejidas, plantas acuáticas, juncos, y altas hierbas, que impedían ver nada en ninguna dirección, ya que medían un par de metros o tres de alto. Introducirse allí, era una locura. Aquel laberinto era un paraíso para las aves y los peces, era como una marisma. A lo largo de varios kilómetros, aquellas lagunas, ganaban o perdían profundidad a su antojo y sin previo aviso, además variaban dependiendo del deshielo, de las sequías o de las inundaciones.
En vista de que era imposible cruzar aquello, decidieron navegar río abajo, pero al ser todavía un número pequeño de personas, no querían llamar la atención de posibles enemigos, a los que no podrían hacer frente, tendrían que navegar de noche, lo más lejos posible de la otra orilla, pero la empresa tampoco parecía fácil, en algunos lugares, lo que parecía un río, apenas tenía profundidad, y los bancos de arena y tierra, estaban a diez centímetros de la superficie. Más hacia el centro del río, sobresalían peñas y troncos en cualquier parte, en esa parte del río, la corriente apenas se apreciaba, solo se avanzaba a base de remar, y en la noche, parecía imposible cruzar ese tramo. Acercarse a la otra orilla era peligroso. Durante la noche, los habitantes de aquellos pueblos, atacaban cualquier cosa que se moviese por el río, sin preguntar primero. Estaban tan amedrentados por los invasores que reaccionaban así.
Acometer esta empresa durante el día, también era arriesgado, los bancos de arena tampoco se distinguían con la luz solar, remar cerca de los poblados de las “águilas”, aunque esos poblados apartados de los principales, eran los habitados por los hombres, y las mujeres repudiadas por las “águilas” era arriesgado. Levantarían sospechas, y mandarían aviso rápidamente. Orey, una vez recuperado su pelo, sería inconfundible, no había otra mujer con semejante belleza en todo el Gran Valle, era imposible que pasase desapercibida.
La única solución era navegar de día y por el centro del río, esquivando las rocas y los troncos, éstos eran los más complicados porque a veces no se veían, el centro del río, estaba lejos de la orilla en ese tramo, pero se corría el riesgo de ser vistos igualmente, pero no tenían alternativa.
Se construyeron cuatro canoas, a pesar de que podían caber en tres, Miros, no quiso arriesgar, y ordenó construir una más, por si acaso tenían algún percance en el río, llamarían más la atención, pero no le importaba, si había problemas, tendrían los arcos preparados.
Les llevó casi un mes construir las canoas, proveerse de alimentos, y organizarse, se prepararon simulando todo tipo de inconvenientes, para reaccionar todos igual, Miros y Eusina, estaban ya entrenando a un grupo de élite, ambos eran muy concienzudos, y nada parecía escapárseles, querían estar preparados y no perder vidas.
Cuando comenzaron el viaje, apenas había amanecido, remaron hasta el centro del río, y allí, se dejaron llevar corriente abajo, hasta que la corriente apenas existía, luego remaron a su ritmo para no agotarse, parecía que todo iba bien, que todo era fácil. Pasaron de largo algunas aldeas, sin que nadie se percatase de su presencia. Pero a media mañana, las orillas del río, estaban demasiado concurridas, a pesar de la lejanía, pronto llamaron la atención, y embarcaciones de curiosos, comenzaron a ir en su busca, esto les hizo remar con más fuerza, lo cual les alejó de los curiosos, pero con ello les hizo sospechosos, realmente parecían fugitivos, aunque solo Orey podía considerarse como tal. Los curiosos, se retiraron, seguramente para mandar mensajes por tierra río abajo.
Al remar más rápido, las embarcaciones casi no tenían tiempo de esquivar las rocas, así que de nuevo Miros, aminoró la marcha. Eusina pidió a Orey que ocultase su pelo, y se camuflase ella misma para no ser reconocida, Ana se encargó de ello, y Orey se convirtió en poco menos que un bulto, si no fuese porque se empeñaba en seguir remando.
Se les estaba haciendo el día muy largo, y el cansancio les hizo detenerse para comer un poco, las manos estaban cubiertas de llagas a pesar de estar ya encallecidas por el trabajo en el bosque y de la construcción de las canoas. En ese intervalo, una nueva embarcación, esta vez más grande, se acercaba, y otra vez, emprendieron una rápida huida, pero la embarcación se les acercaba, Miros, se colocó en último lugar en paralelo a la canoa de Eusina, mientras la de Ana y Orey, continuaban alejándose. Cuando la embarcación estuvo cerca, Eusina reconoció a una de las “águilas”, y no le gustó nada, pues era una de las más encarnizadas enemigas de la que había sido su mentora y su madre adoptiva. Eusina se tapó la cara, y comentó la situación con Miros, éste, se dio cuenta de que todavía esperaban encontrar a Orey, y que podían sospechar que se encontraba con Eusina, de modo que si reconocían a Eusina, les seguirían donde fuese. No sabía cómo abordar la siutación.
-Deja que se acerquen más -dijo Eusina-.
-Son unos veinte, Eusina, y te reconocerán.
-Sí, pero no se lo podrán contar a nadie.
-No me gusta matar inocentes, ya lo sabes.
-Pues habrá que hacer prisioneros y matar a los menos posibles.
Diciendo esto, Eusina se levantó sobre la canoa, y disparó una flecha que atravesó de lado a lado a la odiosa mujer que podría delatar a Orey.
Un par de mujeres, apuntaron sus arcos hacia ellos, e hirieron a uno de los remeros, pero en los ensayos de Miros y Eusina, no había cabida para los errores, ambas mujeres quedaron muertas, una flecha de Miros, otra de Eusina, los dos habían ensayado a quien disparar para no elegir el mismo blanco. De momento, los demás ocupantes de la embarcación estuvieron indecisos, porque no se esperaban un ataque, pero al reconocer a Eusina, sacaron un pañuelo blanco, sucio de barro y sudor, pero blanco.
Miros, no se fió, pero, los hombres del barco, no tenían arcos, y era imposible que les atacasen con otro tipo de armas.
-Eusina, no tenemos nada contra tí, ni siquiera sabíamos a quién buscaban estas “águilas”.
-Entonces dad la vuelta, marchad por donde habéis venido.
-Nos pedirán explicaciones, y nos responsabilizarán de la muerte de estas tres…
-A nosotros nos da lo mismo lo que hágáis, si no vais a luchar, no se a qué esperáis -dijo Eusina-.
-Nos matarán ellas…
-Explica de una vez qué es lo que quieres - intervino Miros-.
-No nos queda más remedio que huir, desaparecer, y de momento, podríamos ayudaros a llegar donde vayáis, y luego, quizás podríais protegernos.
-Acércate -dijo Miros-. El hombre se acercó con su barco y Miros se subió a el.
-Nos van a matar -gimoteó el supuesto capitán de aquella embarcación-.
-¿Cuántos hombres hay en el barco?
-Quince.
-Bien, regresa con ellos, y dices que éramos exploradores de los invasores, que las “águilas” se enfrentaron y que murieron, que de los exploradores no quedó ninguno vivo, y que se los ha llevado el río. Para que sea más creible, dejarás con nosotros a los hombres en los que no confies, y dirás que también ellos murieron, para que no sospechen. Y te aseguro que llegado el momento, te protegeremos, si tu vida corre peligro, búscanos río abajo.
-Me matarán, pero lo haré.
Quedaron tres hombres, con ellos, si su propio compañero no se fiaba de ellos, mucho menos lo haría Eusina, que les colocó a remar por delante de ella.
Cuando alcanzaron al resto de las embarcaciones, comenzaba a llover, diluviaba, el ruido de la lluvia sobre el agua del río, no dejaba oir nada más, las embarcaciones, estaban a punto de hundirse, una de ellas, en la que viajaba Orey, no aguantaba el peso, puesto que además de las personas, llevaba provisiones. Rápidamente, Orey, se bajó al agua, y ordenó que los demás hicieran lo mismo, dejando en la canoa, tan solo el material. Uno de los nuevos compañeros, dijo que ya deberían estar a la altura de Vallecillo, y que sería buena idea avanzar hasta la orilla.
Orey, no se lo pensó dos veces, y se encaminó a la orilla. A su lado, las demás embarcaciones, también hacían agua, o quizás solo era que se llenaban con el torrencial que les caía del cielo. El caso es que todos acabaron en el agua empujando las canoas hacia la orilla. Cuando llegaron, se tumbaron agotados, a pesar de la intensa lluvia, que no cesaba.
La tarde ya estaba muy avanzada cuando paró de llover. Las canoas estaban destrozadas, no servían para nada. Se hizo un fuego para secar las ropas y los cuerpos ateridos, se quemaron las propias canoas, se repartió la carga en pequeñas mochilas, y decidieron acampar allí.
Vallecillo, era un valle pequeño, pero no se veía nada desde allí, tampoco se oía nada, Miros, no sabía nada de aquel valle.
-Eusina, ¿cómo es este valle?
-Este valle, es muy pequeño, Miros, apenas mide un par de kilómetros hacia el este, en la orilla del río, habrá tres o cuatro kilómetros nada más, luego, se adentra hacia las montañas, hasta terminar a pico después de esos dos kilómetros, los lados del valle, son paredes verticales de las montañas. Sobre esas paredes, están los habitantes, suelen estar hacia el final del valle, las casas están a ambos lados del valle, sobre las paredes, y a varios metros de altura, es su manera de defenderse, ya que no son muchos. Durante el día, este valle, es el punto de encuentro de comerciantes y viajeros, aquí se comercia con todo. También es un sitio con mucha variedad de divertimentos, es gente alegre y sociable, pero si intentas algo extraño, abandonan sus negocios a pie de tierra y se refugian en sus casas en lo alto, retirando las escalas por las que suben ágilmente, una vez allí arriba, se defienden con uñas y dientes, y atacan con todo lo que pueden, piedras, flechas, lanzas, agua hirviendo, lo que sea. Las casas que construyen sobre la roca, están literalmente clavadas a esa pared de la montaña, porque cuando comienzan su construcción, primero pican en la roca, y parte de esas casas están en la misma roca. Además se las han ingeniado para que llegue el agua de las montañas a unos depósitos, y desde ellos a sus casas, no a todas, pero si a la mayoría. Allí donde el valle se junta, cuando no hay más de siete u ocho metros de una pared a otra, los edificios, cruzan de un lado a otro a una altura de diez o doce metros. Esta gente es toda una experta en la construcción, y son capaces de camuflar sus pertenencias en el suelo, de forma que nadie las encontraría jamás.
-Estoy deseando ver eso.
-Además, no tienen buenos tratos con las “águilas”, siempre vigilan el río, y también su lado sur, puesto que allí, las montañas dejan un terreno libre hasta el río de unos quinientos metros. Son los adolescentes quienes lo vigilan, y cuando les conozcas, te gustarán mucho, ya lo verás.
-Si no les gustan las “águilas” ¿qué pasa contigo?
-A mi nadie me considera de ningún sitio, lo mismo que pasará contigo, y en cuanto vean a Orey, sabiendo como saben que la buscan, se convertirá inmediatamente en su invitada de honor. No te preocupes por el recibimiento que podamos tener, hace horas que saben de nuestra llegada, vendrán a buscarnos, a Orey y a mi nos conocen, han visto que vamos juntas, y se habrán imaginado que estoy de su lado.
Efectivamente, pronto apareció una pequeña partida de adolescentes, avanzaban salvando los obstáculos, como si caminasen por un palacio, corrían sin apenas cansarse, y llegaron tan deprisa, que enseguida Miros se identificó con ellos, le encantaba que allí, todos esos chicos, hiciesen algo parecido a lo que el mismo había hecho a su edad.
Les invitaron a acercarse al final del valle, donde estaba toda la actividad, un par de muchachos, se quedaron para guiarles, y el resto, siguió su camino, unos hacia un lado, otros hacia otro, pero todos ellos corriendo, saltando y haciendo piruetas.
No les llevó ni media hora llegar hasta su destino. Miros, miraba asombrado aquellas construcciones a varios metros del suelo, a pesar de las descripciones de Eusina, no podía cerrar su boca abierta, estaba maravillado, incluso, los más espléndidos castillos que había visto, no se podían comparar con aquello.
La gente, se arremolinaba a su alrededor, y preguntaba curiosa, casi por inercia, Ana, en su afán de camuflarse, pasó a formar parte de aquella gente, pasando desapercibida, su misión era conocer lo que no se les enseñaría, las costumbres y todo lo que pudiese. Este plan estaba acordado pero solo Miros y Eusina lo sabían.
Al pie de aquellas grandes construcciones, les esperaba una pequeña comitiva, formada por un par de hombres y una mujer, muy joven, apenas tendría diecisiete años.
-Bienvenidos, ya sabemos, más o menos quienes sois, y queremos que sepáis, que sois bien recibidos.
-Gracias -contestó Eusina-, estamos agotados, y necesitamos descansar, pero antes, quiero que tengáis en cuenta, que estaremos una temporada aquí, nos quedaremos en el suelo, y no seremos una molestia, es más, podéis contar con nosotros para lo que sea.
-Es para nosotros un honor que Eusina, esté aquí, cualquier guerrero estará dispuesto a obedecerte. Debo decirte, que hemos intentado formar nuestro pequeño ejército, pero me temo, que nadie, salvo tu misma, está capacitado para mandarlo y orientarlo en la batalla. Eusina, te ofrezco el mando de nuestro humilde ejército, ya que ellas no te ofrecieron el suyo.
-Gracias, no era eso lo que yo quería, pero este hombre, Miros, y yo, entrenaremos tu ejército, y haremos que sea combativo y duro.
- Respecto a Orey, debo decir, que no podemos consentir que una reina duerma en el suelo, para nosotros, representa la paz en el futuro.
- Eres muy optimista, ella no quiere ser reina de nada.
-Pero… ¡deberá serlo!, un día tendrá que reclamar el trono que su prima Edeca tomó de mala manera. Ese día, llegará con nuestro apoyo, y terminará con el terrible dominio que las “águilas” tienen sobre todo el Gran Valle.
-Parece una empresa difícil, vencer a las “águilas”.
-Sería imposible, pero tienen un punto débil.
-Yo no he visto ese punto -dijo Eusina-.
-Yo si -dijo Miros-.
-¿Tú? ¿cuál?
-Les faltas tu, y para colmo, estás en este bando.
-Su nuevo ejército está bien gobernado.
-Edeca cometió un error humillando a Orey, ese día, todo el resto del Gran Valle, se puso de lado de Orey.
Siguieron debatiendo largo rato. Orey, no podía creer, lo importante que era para esa gente. Pero, al mismo tiempo, no comprendía para qué iba ella a querer volver a encerrarse en un palacio, cuando estaba viviendo la etapa más bonita de su vida, se sentía mucho más cómoda pasando desapercibida, que siendo importante. No sospechaba que a partir de este momento, sería la esperanza de mucha gente, sería la reina aunque no estuviese en ningún trono. Pero sobre todo, era tan especial, que tan solo en un día, su simpatía, hizo vibrar a todo Vallecillo, su belleza, que en un principio intimidó a toda mujer, dio paso con su humildad y sencillez a una admiración parecida a la que sentían todos los hombres embelesados en aquella belleza, que caminaba por allí, sin darse cuenta de la expectación que causaba. Los niños pronto la rodearon y la seguían por todas partes.
Orey se interesaba por todo, por las comidas, por el comercio, por la medicina, por todo, y su interés real e inocente, fue malinterpretado como un signo de preocupación por sus súbditos. En aquel pequeño valle, Orey, comenzó a ser, no solo la reina de las “águilas”, sino la reina de todo el Gran Valle, y con Miros y Eusina a su lado, todo parecía posible.
Ana, por su parte, no dejó un solo lugar, un solo chismorreo, y en pocos días sabía todo de aquella gente. Durante las noches, ponía al día a Miros, y luego, volvía a encontrarse con el resto del grupo, que durante la noche, quedaba solo a rás del suelo, ya que los habitantes de aquel lugar, pernoctaban siempre, y sin excusa, en sus moradas situadas en lo alto, parecía un miedo infundado, aunque tal vez, no fuese miedo, sino la costumbre. Se habían habituado a dormir allí, y no les apetecía estar en suelo durante la noche.
Los adolescentes, si que bajaban a media noche, y deambulaban por todo el valle, para ellos, era una travesura más, un desafio a sus mayores. Miros, disfrutaba con aquellos chicos, dispuestos a romper la tradición y cualquier otro tabú. Eran valientes, osados, ágiles, y sobre todo traviesos.
En una noche sin luna, Miros se sentó a charlar con ellos, todos eran chicos, porque las chicas, durante la noche, se reunían en los tejados de aquellas casas, lo cual parecía más peligroso aun que la noche en el suelo. Le contaron que Vallecillo se les quedaba pequeño, y que en su labor de vigilantes, no habían podido evitar traspasar sus límites, y explorar todo territorio que podían, incluso, hablaron de que conocían un paso a través del pantano que les separaba del Valle de los Pájaros.
-De haber conocido yo ese paso, muchachos, nos habríamos ahorrado construir unas canoas, que no teníamos mucha idea de construir, e incluso, nos habríamos ahorrado tiempo y tres vidas -dijo Miros-.
-Te vas a enfadar -dijo uno de ellos-.
-¡No se lo cuentes! -dijo otro-.
-Miros, tienes que prometer que no te enfadarás, y que no se lo contarás a Eusina.
-Me temo que no puedo prometeros eso, amigos, si de verdad existe un paso, sería de gran ayuda por tres motivos importantes. El primero, porque es una vía de escape. El segundo, porque hace posible la rápida comunicación con el Valle de los Pájaros, donde tenemos amigos, Y el tercero, porque por ahí, podríamos traer ayuda en caso de necesitarla.
-Lo que queremos que no cuentes es que nosotros te lo enseñamos, ni que os vimos construyendo las canoas.
-¡Qué nos vistéis!
-Si, pero entiéndelo, no podíamos descubrirnos, no sabíamos quién erais, y teníamos miedo, además, si alguien se entera de que vamos a ese bosque, no nos dejarán movernos de ahí arriba, y eso es muy aburrido.
-No contaré nada chicos, pero llegado el momento, me enseñaréis ese camino. Y quiero saber que más habéis descubierto.
-Hacia el sur, es muy peligroso, así que no nos adentramos mucho, pero nos escondemos y espiamos a todo el mundo.
-Hace tiempo que no nos alejamos por el sur -dijo otro-, la última vez vimos uno de los exploradores de los invasores.
-¿Significa eso, que en el siguiente valle hay invasores?
-No, creo que los invasores envían por delante exploradores, para verificar si merece la pena la incursión.
-Entonces… -dijo Miros preocupado-, es posible que nos ataquen de un momento a otro.
-No, tardan casi un año en atacar después de la visita de los exploradores.
-Y, ¿qué pasa si los exploradores mueren? -preguntó cada vez más preocupado-.
-No mueren, nunca mueren, nadie les ataca, eso es lo que nosotros no podemos comprender, que nadie les hace frente, campan a sus anchas, y se mofan del miedo de la gente. A veces, hasta uno solo se rie de todo un pueblo.
-Pues eso va a cambiar, chicos. Mañana, durante la mañana, venid a verme.
Toda aquella información, no había llegado a oídos de Ana, que solo sabía cosas de la gente que comerciaba en Vallecillo. Mientras los chicos contaban todo a Eusina, a la que todo aquello, no la sorprendía, porque ya sabía que los invasores se informaban a conciencia antes de atacar.
Miros, se entrevistó con Ana, tenía dos cosas que pedir a Ana, ambas peligrosas, así que se ofrecería a acompañar a aquella mujer en ambas tareas, una, era descubrir el paso por los pantanos, y cruzar el Valle de los Pájaros, para pasar las montañas, y buscar la ayuda de Klasnic, dejando con el un chico para que lo guiara, lo cual, podría poner en peligro al muchacho, y podría ser que aquella amable gente no lo tolerase, en ese caso, la propia Ana, tendría que quedarse con Klasnic, y ya no se podría realizar la otra tarea.
La segunda misión de Ana, era muy peligrosa, consistía en viajar al siguiente valle, y averiguar lo que pudiese de aquellos exploradores, bien camuflándose entre la gente, o bien, sin ser vista. En todo caso, era una misión muy peligrosa, que Miros no estaba dispuesto encomendar a Ana en solitario, por lo tanto, el mismo, tendría que afrontar ambos viajes.
Todo esto, hizo que Eusina se apresurase a intensificar la vigilancia del río y del acceso al valle por el lado sur. Ella se quedaría preparando al ejército para un ataque como aquel, a la vez que organizaba la defensa del valle.
No contaron nada de todo esto a Orey, pero ella siempre se enteraba de todo, al igual que los chicos habían confiado en Miros, ella se había ganado la confianza de las chicas, y aunque chicos y chicas se separasen por las noches, -algunos escarceos amorosos rompían esa norma muy de vez en cuando-, todo el grupo de chicos y chicas estaba muy unido, no eran muchos, por eso eran tan amigos.
Orey, quería acompañar a Miros y a Ana, pero Miros la convenció de que la necesitaban allí, para ir preparando la llegada de la gente de Klasnic. Nadie, salvo ella podría organizar un campamento con aquellas dimensiones, seguramente, habría que hacer acopio de víveres, en el río, y en otros valles. Orey, no era tozuda, y pronto se entusiasmó con su nuevo cometido.
Una vez convencieron a aquella gente de que dieran permiso a uno de sus chicos para acompañarlos, Miros y Ana, se fueron en busca de Klasnic.

domingo, 3 de julio de 2011

8.- MIROS: LAS BRUJAS

*Eddie (cosas sencillas) si pudieses cambiar la configuración de comentarios de tu blog y poner ventana emergente, podré comentar allí. Gracias.

Más de cien años atrás, una pareja de novios, huyendo de las “águilas”, se internó en el bosque del Valle de los Pájaros, llegó a aquel lugar, y construyó todo lo que pudo, allí vivió durante años, y fueron ellos, y no una sola mujer, como creía Ana, quienes trasladaron todos los huesos fuera de su huerto, cuando se dieron cuenta del efecto que causaban, el hombre se fue haciendo el encontradizo con los cazadores que frecuentaban el bosque, y extendió el rumor de las brujas, de los hechizos, y de los hombres deshuesados, el rumor, como todos los rumores, corrió de boca en boca e inundó cada rincón del Gran Valle, el miedo a las brujas, se acrecentó cada año más, y de ese modo aquel matrimonio, se protegió del mundo entero. Tuvieron una hija, a la que fueron educando en el arte de engañar a todos, al ser desconocida fuera de aquel lugar, la utilizaron para seguir extendiendo el rumor de las brujas.
Durante años, algunas mujeres huidas, como la madre de Eusina en su momento, pasaron por allí, de modo que el cuento, fue pasando de generación en generación. A la vez que se protegieron con los huesos como si fuese un escudo imaginario, se crearon un escudo real a base de zarzas, maleza y árboles, cualquier tipo de vegetación, después de tantos años, ocupados en ello, consiguieron un bosque espeso e impenetrable, justo por detrás del círculo de huesos, y de paso alimentando la superstición diciendo que aquella espesura estaba alimentada por la carne que faltaba a aquellos huesos.
Dicho círculo de huesos, no era tal, ya que moría antes de cerrarse, en las montañas del este.
Cuando Miros y los demás llegaron a aquel lugar, quedaba la anciana muerta, que era la abuela de Sara y Andrea, ella había llegado hacía muchos años al bosque, allí, conoció a un descendiente de los primeros habitantes, y allí, crió a su hija, quien un día trajo al mundo a aquellas dos niñas, en un parto doloroso que pudo con su vida, la anciana, nunca supo de quién se quedó embarazada. Y allí estaban Sara y Andrea.
Ana, sin embargo, había llegado cuatro años atrás, cruzando las montañas, y apareciendo dentro del círculo protector de las brujas, pero la historia de Ana, era más complicada, si cabe, que la otra.
Ana, había cruzado las montañas desde un lugar al este del Gran Valle, al igual que Miros cruzó por el norte. Este paso, por el que llegó Ana, era desconocido para el resto del Gran Valle, pero no para los habitantes de la casa de las brujas, porque este paso se encontraba dentro de su territorio, y además le cruzaban de vez en cuando.
Al otro lado de este paso, Ana, vivía en otra comarca, en ella convivían dos poderosas familias, siempre disputándose el poder. Para terminar con las constantes rencillas, ambas familias acordaron un matrimonio que las uniese. Pero los novios, de jóvenes, y antes de ser adultos, habían tenido tiempo de enamorarse, no entre ellos, de modo que en la fecha de la boda, el novio estaba enamorado de Ana, y la novia lo estaba de un general del ejército. La noche anterior al enlace, se reunieron los cuatro. Una cosa estaba clara, la paz de aquella comarca y la prosperidad de aquellas pobres gentes abrumadas por la lucha constante, dependía de aquella boda, era imposible evitarla.
Para colmo, los cuatro eran amigos desde la infancia. Decidieron sacrificarse por la paz, la boda se celebró, pero el matrimonio no se consumó ese día.
Ana, huyó por el paso, incapaz de estar allí, y de vez en cuando, se veía con el. Manteniendo relaciones con el, a la vez que la esposa seguía manteniéndolas con su general, que también ponía tierra de por medio, pues se había convertido en jefe de un enorme grupo de mercenarios que se ofrecía en todas las batallas. Dado que eran amigos, los hijos de la esposa pertenecientes al general, eran adorados por el marido, que sin embargo, no había tenido ninguno con Ana.
Con el tiempo, y por mediación de los niños y la convivencia, el matrimonio se adaptó a la nueva situación, y terminó por tener sus propios hijos, lo cual era algo que llegaría tarde o temprano. Ni Ana, ni el general, se sintieron traicionados, sus propias familias disfrutaban de la paz que había generado en la comarca este matrimonio. A pesar de todo, seguían siendo amigos los cuatro, y se veían de vez en cuando. Ana, se comunicaba con el general a través de aquel extraño matrimonio.
De este modo, Ana, estaba apartada voluntariamente en aquel bosque.
Esta historia, y las historias de Orey, y de Miros, y de Eusina, se fueron contando poco a poco.
A medida que pasaba la primavera, con este singular grupo atrincherado en el Valle de los Pájaros. Cada uno, fue contando su vida, mientras el campamento, se organizaba guiado por Orey. La defensa de la zona, por Miros, y el entrenamiento de los más aptos por Eusina. Sara y Andrea, eran consideradas las dueñas de aquel lugar, y con ellas se consultaba absolutamente todo, cada detalle, cada decisión, todo.
Durante todo un año, se establecieron en aquel lugar, las defensas, ya no solo eran huesos esparcidos, trampas, laberintos, vigías, todo tipo de ardides se inventaron para estar protegidos, ya que no eran un grupo muy numeroso. A la casa inicial, se añadieron pequeñas cabañas y almacenes, se recolectó todo tipo de alimentos, verduras, frutas, etc., también se mató algún animal que se conservó en los almacenes subtérraneos. Se construyeron puestos de vigilancia cerca de los huesos, algunos camuflados en los árboles, otros entre los arbustos, y alguno en el mismo suelo. Cada vez que un grupo de bandidos estaba a su alcance, se le vigilaba mientras estaba en el bosque, y en un par de ocasiones, se salvó a dos personas de sus fechorías. Estas personas entraron a formar parte de esta pequeña comunidad. Algunos de los bandidos vencidos huyeron, otros, perecieron en los enfrentamientos. Con Eusina y Miros al frente, no sufrieron ninguna baja, es más, obtuvieron fáciles victorias, capturaron a algún prisionero, al que perdonaron la vida, y le aceptaron en su grupo.
Después de un año allí, el círculo de las burjas, se había convertido en una especie de hogar para ellos, y junto con Sara y con Andrea, decidieron que a partir de aquel momento, ese sería su hogar, una especie de cuartel general, al que regresarían en caso de necesidad.
Después de un año y medio, Miros y Eusina, querían seguir por el valle. La vida en aquel lugar, era agradable, Sara y Andrea, se mostraban encantadas de no estar solas, e incluso, habían comenzado una relación con un par de muchachos. Ana, se había ido a entrevistar con sus amigos, en busca de noticias del general, que ahora se había convertido en mercenario, Klasnic, ese era su nombre. Ana quería saber si Klasnic estaría dispuesto a luchar al lado de Miros y Eusina, si algún día era necesario.
Cuando Ana regresase de esta visita, traería la noticia, y estuviese o no dispuesto Klasnic, Miros y Eusina, se irían de todas formas, el Gran Valle, estaba repleto de injusticias. Orey se quedaría allí, con algunos jóvenes y con las “brujas”, que nunca lo habían sido, los demás decidirían por sí mismos, pero la mayoría acompañarían a sus líderes.
Pero una cosa son los planes y otra la realidad. Orey, no aceptó quedarse allí, era imposible para ella separarse de Eusina, y tampoco de Miros, además no se fiaba de que ellos fuesen capaces de organizar un campamento, a no ser que fuese para luchar.
Por su parte, Ana, a su regreso, se unió a la partida, era una maestra del camuflaje, pasaba desapercibida, y sabía luchar, era una gran atleta, y junto a Miros, el más resistente y Eusina, era la única que podía correr horas sin parar. Esto en el Gran Valle, donde las incursiones de los invasores y las hambrunas posteriores, habían terminado con todos los caballos, era una ventaja llegado el momento de ser perseguido o de perseguir, tres buenos guerreros llegarían con ventaja.
Las noticias de Ana, eran favorables, Klasnic, tenía a sus órdenes más de cien guerreros, todos ellos muy hábiles, alrededor de ellos, se agrupaban personas que se ocupaban de sus campamentos, mujeres, curanderos, carpinteros, herreros, cocineros, exploradores, etc., que elevaban el grupo a unos doscientos cincuenta. Habría que ir preparando la llegada de tanta gente con meses de antelación, y como no se sabía cuando se les necesitaría, los hombres y mujeres que se quedasen en el Valle de los Pájaros, se ocuparían de ello. Mientras tanto, Klasnic se iría acercando poco a poco al paso de las montañas por el que accedería al Valle de los Pájaros.
Miros se había propuesto unificar el Gran Valle en una sociedad justa, dejando tal y como estaban los poblados bien gobernados, y reorganizando los que estaban sufriendo un liderazgo injusto.
Durante su estancia en el Valle de los Pájaros, el bosque se había convertido en un lugar mucho más tranquilo, y después de un tiempo en el que Eusina, se dedicó a masacrar a bandidos, a espantar cazadores, y a asustar a las propias “águilas”, el bosque era un lugar poco frecuentado, además de ser un lugar más temido que nunca.
El itinerario a seguir, era por los valles del lado este del Gran Valle, y luego cruzar por el final, donde el río Nospe se precipitaba en una gran cascada hacia otro valle, y seguir hacia el norte por el lado oeste, para terminar llegando al Valle de las “Águilas”, el más poderoso, el más injusto, y el más difícil de vencer.
El siguiente valle, era de difícil acceso, por el otro lado del río, tendrían que adentrarse en territorio de las “águilas”, y por el este del río, justo antes del siguiente valle habitado, el río, pasaba por una pequeña depresión del terreno, que convertía el río en un ancho ladazal traicionero, en el que las orillas del río por el lado este, eran imperceptibles, después, si eran capaces de cruzar esos terrenos, llegarían a Vallecillo.