viernes, 30 de septiembre de 2011

16.- MIROS: EL VALLE DE LOS CABALLOS

No, no había ninguno, esa era la verdad.
Era un lugar paradisíaco, pero estaba en el camino de los invasores.
Era mucho menos invadido que el Valle del Destierro, puesto que las “águilas”, apreciaban más este valle, del que recibían numerosos impuestos, era un valle bastante habitado, pero era grande, y los invasores, arrollaban lo que caía en su camino hacia el Valle de las “Águilas”, y no se molestaban mucho en explorar los entresijos de los muchos recovecos que formaba el bosque hacia el oeste, sin embargo, destrozaban las aldeas de la ribera.
Desde las altas montañas del oeste, hasta el río Nospe, el terreno, descendía sin descanso, en algunos lugares, la infinidad de arroyos, formaban cascadas, en otros lugares rápidas corrientes. Todo el valle era un bosque, es verdad que tenía varios tramos diferentes dependiendo de la zona, y que esos tramos se diferenciaban en el tipo de árboles y de plantas. De vez en cuando, el bosque dejaba un claro en el que se encontraban algunas aldeas, y más lejos del río, esas aldeas habían crecido en paz, protegidas por los laberintos del bosque, estaban ocultas a la vista, y los invasores ignoraban su posición, no así las “águilas”, que reclamaban impuestos como si fuese una forma legal y moral de robar.
Se decía que algunos caballos salvajes vivían todavía en el, pero solo eran cuentos de cazadores, en realidad, se trataba de grandes ciervos, u otros rumiantes que abundaban por el bosque.
Los habitantes del Valle de los Caballos, se encontraban protegidos de los invasores si habitaban en la parte más alejada del río Nospe, en cuanto a las aldeas que se encontraban en la ribera, eran las más ricas, pero en caso de invasión, eran las que recibían el castigo, en la orilla del río, se comerciaba con todo lo que se podía obtener en el interior del valle, se conseguía lo que se necesitase, porque po el río, llegaban comerciantes de todo el Gran Valle, sobre todo de Vallecillo y del Valle de las “Águilas”.
Era un valle fértil, como todos los otros, pero la vida se basaba en la zona del valle en la que viviese cada habitante, en la ribera de la pesca y el comercio fluvial, en el bosque, de la caza, de la recolección, del cuero, de las conservas, de las pieles, de la carpintería, etc… En el oeste, junto a las montañas, se vivía de las cabras, como en el Valle de los Vientos, allí, los pocos habitantes que había, vivían en unas casas construidas aprovechando las paredes de roca o algún recoveco de la montaña, o en su caso de alguna cueva, pero estas eran escasas, y se utilizaban más como bodega o almacén que como vivienda.
La llegada de aquel gran ejército que Miros y Eusina habían formado, alarmó a los ribereños, que creyeron que era un nuevo ejército invasor. Pero nadie gritaba ya, no quedaba nada que guardar ni proteger salvo sus propias vidas.
Cuando los ribereños se disponían a abandonar sus hogares por segunda vez hacia el otro lado del río Nospe, vieron en la otra orilla, una fila de personas que caminaba hacia el norte, a la vez que el ejército avanzaba por esta orilla, dubitativos, no supieron qué hacer, no podían avanzar hacia el norte y ser pillados entre dos ejércitos, así que la mayoría se precipitaba hacia el oeste, hacia las montañas.
En su huida, se toparon con que una parte de aquel enorme ejército, avanzaba por el bosque, más adelantado que por la ribera, ese flanco, iba recogiendo a los habitantes que huían de la ribera como una madre a sus hijos. A medida que los que huían hacia el bosque caían en manos de la gente de Orey y Ana, eran atendidos de sus heridas, alimentados y saciados, y a la vez informados de lo que sucedía, luego, quedaban retrasados, sorprendidos por el hecho de que alguien intentase dar caza al temido invasor.
Las noticias corrieron por el Valle de los Caballos, llegaron desde el río Nospe hasta las montañas en apenas tres días.
Acamparon en el claro más grande que encontraron, pero de todas formas el campamento era ya tan inmenso, que ocupaba el claro, y centenares de metros de bosque, era cruzado por varios riachuelos, y llegaba hasta las orillas del río Nospe.
Durante la noche, llegaban curiosos para corroborar las habladurías, otros, se quedaban para engrosar las filas de soldados, sobre todo cazadores muy diestros con el arco, éstos, iban acercándose en gran número.
Miros, se sorprendía pensando que todo había empezado con la muerte de su esposa y de sus hermanos, y que su llegada había desencadenado en aquella masa de gente, que estaba dispuesta a poner boca abajo la estructura social y la jerarquía centenaria del Gran Valle.
Orey, asomada a una humilde tienda, observaba con orgullo su campamento, no descansaba nada, y a pesar de todo, estaba eufórica, por primera vez, se veía como una reina, y veía a aquella gente como a sus súbditos. Se sentía responsable de todos ellos, cuando hacía algunos meses, no era responsable ni de sí misma, y había sido “Luna”, quien la había despertado.
“Luna” estaba viviendo una nueva vida, desde su llegada al círculo de las brujas, la gente empezó a gustarle, y todo su instinto había cambiado, disfrutó más que las personas cruzando el río, y luego, recorrió el camino de ida y vuelta desde Vallecillo hasta el Valle de los Pájaros en innumerables ocasiones. Jugaba con los niños y adolescentes. Era la mascota de todo aquel campamento, saltaba feliz. Casi siempre se encontraba al lado de Orey, pero de vez en cuando acompañaba a Eusinam disfrutaba mordisqueando las manos enormes de “Queñín”, que la retenía en su regazo como si fuese un conejo. Pero si se percataba de que Miros se encontraba en peligro, el resto del mundo desaparecía para ella, entonces, era de nuevo un perro de guerra.
Klasnic y Eusina, pasaban las noches en vela comprobando las guardias, los puestos de vigilancia, y aun así, todavía les quedaba tiempo para practicar entre ellos. Klasnic, era más difícil de vencer que Miros, no porque luchase mejor, luchaban parecido, sino porque era más corpulento, y aguantaba un poco más, pero de todas formas, Eusina era invencible, durante semanas, Klasnic estudió a Eusina tratando de encontrar su punto débil, pero no lo encontraba, estaba rendido a la impresionante capacidad de lucha, a los recursos y a la velocidad de aquella mujer. Para el era una diosa encarnada en mujer, desde hacía días, se buscaban para hablar, para organizar y sobre todo para disfrutar con la compañía mutua.
Se encontraban al borde del único valle que quedaba entre ellos y el Valle de las “Águilas”, el Valle de la Guerra, el único que le quedaba a Miros por conocer, aparte del de las “águilas”, había estado en las montañas del norte con Gilés, luego, se había encontrado luchando entre cueva y cueva, con los lobos, con Eusina, había desenmascarado a una bruja, que no podía por menos de sonreir al pensar lo encantadoras que eran Sara y Andrea, había pasado por un pantano, había cruzado las montañas hacia el este, había visto maravillado las casas de Vallecillo, se había enamorado de nuevo en el Valle de los Vientos, desde el que había visto un mundo diferente al otro lado de las montañas, se había indignado en el Valle del Destierro, ante una nueva injusticia, había admirado a las fuertes mujeres de su enemigo, y ahora, se encontraba a la uerta de su mayor reto, vencer a dos ejércitos superiores al suyo.
La idea de Miros de dejar que se enfrentasen entre ellos, era buena. Bueno, en realidad, era idea de Klasnic, si por Miros fuese, ya habría saltado sobre ellos.
Los días pasaban, los soldados estaban cada vez más preparados, el campamento funcionaba muy bien, y los corredores de campo traían noticias de que los invasores y las “águilas” estaban enfrentándose en dura batalla.
Miros temía que si llegaban tarde y los invasores vencían por primera vez a las “águilas”, las cuevas de “Queñín” podrían correr peligro, y estaban indefensas, así que, decidió que el gigante, con una buena parte del ejército, cruzase el río Nospe, y a través de Vallecillo y el Valle de los Pájaros regresase a sus cuevas y desde la mejor posición posible, atacase desde el norte, la señal sería una gran fogata de humo hecha con ramas verdes.
Al día siguiente, “Queñín”, se despidió, tardaría unos días en llegar y prepararse, así que los demás esperarían unos días antes de adentrarse en el Valle de la Guerra en busca de la batalla final.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

15.- MIROS: EN TERRITORIO ENEMIGO

Se adentraron en territorio enemigo, para ello, tenían que vencer un gran desnivel, eran terrenos abruptos. Una vez vencieron ese desnivel, vieron como, efectivamente, el río Nospe, transcurría apacible. No encontraban vigías a su paso, tan confiados estaban en aquel lugar del miedo que despertaban en los habitantes del Gran Valle, que no habían dejado defensa alguna.
El ejército de Miros y Eusina, se adueñó de aquellas tierras, que, abandonadas por sus hombres, estaban habitadas por ancianos amargados que ya no podían luchar, por mujeres resignadas, abandonadas a su suerte, cargadas con aquellos déspotas ancianos, y pendientes de sus hijos y de todo el trabajo, ya que sus hombres venían de una guerra, las preñaban, y se iban a otra. Aquellas mujeres, miraban con curiosidad aquel ejército, pero apenas interrumpían su trabajo, ignorando al instante a aquella gente.
A pesar de la miserable vida de aquellas mujeres, poseían algunos animales domésticos, algunas ovejas, vacas, cabras, y vieron algún caballo. Miros, no permitió que se adueñasen de los caballos. No era su intención robar y ponerse a la altura de aquellos miserables, que abandonaban a sus mujeres, a sus ancianos y a sus hijos.
No permitió que se robasen caballos, pero tomó nota de las posibilidades de incorporar aquellos animales al Gran Valle, nunca los robaría, pero si salían victoriosos de la guerra, sin duda podrían negociar, puesto que una vez vencido, aquellas mujeres, serían unos comerciantes más.
No solo encontraron un buen lugar para vadear el río, sino que además se encontraron un puente. Estaba bien cuidado, era robusto, se había construido teniendo en cuenta las corrientes, y se le notaban un par de correcciones, sin duda a errores que las crecidas habían puesto en evidencia.
Se enteraron de que el puente había sido construido por esclavos traídos de otros lugares. Klasnic, sabía que esos otros lugares eran su antiguo hogar, y que entre aquellos esclavos se encontraban algunos de sus parientes y amigos, sabía que habían sido asesinados una vez que construyeron el puente, y que no era necesario buscar a ningún superviviente.
Cruzaron el puente durante la noche, para evitar interrumpir el ir y venir de aquellas mujeres que habían acostumbrado su vida a la ausencia de aquellos bárbaros, que solo venían a llevarse a sus hijos a la guerra, y a dejar a cambio, viejos guerreros, heridos que no se tenían en pie, y a despilfarrar lo que tanto trabajo había costado.
Miros comenzó a mirar a aquellas mujeres con admiración, y pensó que serían las más beneficiadas si vencía.
Al otro lado del puente, había una pequeña población que dejaron atrás en la oscuridad.
Al día siguiente, comenzaron una nueva ascensión, para salvar de nuevo el desnivel que los separaba del Gran Valle, esta vez por el oeste del río Nospe, esta vez, la ascensión, era menos dura, y les costó menos llegar al Gran Valle.
-¡Ahí está! -dijo Eusina-, el Valle de los Caballos.
-¿El Valle de los Caballos? -repitió Miros-.
-Si, pero ya no hay ninguno, así que no te hagas ilusiones.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

14.- MIROS: EL VALLE DEL DESTIERRO

El Valle del Destierro, era tan fértil como el Valle de los Vientos, las montañas y los montes y el hecho de ser más reducido, hacía que no fuese tan castigado por el viento.
Miros y Ana, no encontraban una sola construcción en pie, las pocas que veían, eran débiles cabañas, que habían cedido con un simple empujón, apenas toldos de cuero, que no protegían ni de la lluvia.
Tardaron algún tiempo en encontrarse con gente, gente resignada que levantaba sus toscos chamizos, que no se quejaba, que se tomaba aquel desastre como si hubiese granizado. Acostumbrados a ello, volvían a su trabajo con resolución. Por los caminos de la montaña, descendía la gente que se había refugiado en los montes, en las cuevas y en otros refugios artificiales.
A su regreso, aquella gente, comprobaba que sus almacenes ocultos no habían sido descubiertos, Ana y Miros estaban sorprendidos, debajo de aquellos toscos chamizos, habían construido almacenes tan disimulados que era imposible descubrirlos, apenas habían sido descubiertos, y éstos, habían sido descubiertos porque ellos habían querido engañar así a los invasores. Aquella gente, se había adaptado a las continuas invasiones protegiendo su vida en las montañas y los montes y sus víveres y enseres en almacenes ocultos.
Cuando la gente se percató de la presencia de Ana y Miros, se alarmó pensando que eran espías de los invasores, y que habían descubierto su engaño, del cual dependían sus vidas. Más rápido de lo esperado, dos mujeres armadas, se enfrentaron a ellos, y Miros las desarmó sin hacer daño, con más trabajo de lo esperado, pues luchaban bastante bien.
-¡No somos invasores!, ¡somos amigos! -gritaba Ana-.
- Nadie es amigo nuestro -contestaron-, estamos aquí desterrados, indefensos, sin que nadie nos proteja, sin que nadie nos ayude.
-Nosotros lo haremos -dijo Miros-.
-¿Vosotros dos?
-Y nuestro ejército.
-¿Quiénes sois vosotros para tener un ejército?
-Luchamos en nombre de Orey para restituirla en el trono, no solo para hacer justicia en el Valle de las “Águilas”, sino en todo el Gran Valle, luchamos con lo que tenemos -contestó Miros a la multitud que se acercaba-.
-Vosotros no podéis tener mucho, sabemos que las “águilas” ahora son gobernadas por Edeca, que Orey está huida, y que no puede tener gran cosa, puesto que el ejército de las “águilas”, no está a su lado. ¿Qué tenéis vosotros? Nada. Nada que nos afecte.
-Tenemos a Eusina, tenemos un pequeño ejército en formación aportado por la gente de Vallecillo, tenemos algunos hombres que vienen de las montañas, de las cuevas, capitaneados por el gigante “Queñín”, tenemos además ayuda que ha venido del otro lado de las montañas, mercenarios expertos, y tenemos la ventaja de haber aniquilado a su avanzadilla, la avanzadilla que destrozó todo esto, la hemos vencido a la entrada de Vallecillo.
-Me sorprende lo que dices, de todas formas, salvo que luchéis unidos a las “águilas”, no venceréis a los invasores.
-Aunque no les venzamos, lucharemos de todas formas -dijo Miros-.
-Eso es lo que yo pienso -gritó un joven, poco más que un niño-.
-Tu eres un niño todavía -le reprochó una mujer de aspecto temible, armada de una gran espada-, estos dos quieren embaucarnos con una idea imposible de realizar, ellos no se lo que tienen que perder, pero yo, mocoso, ya he perdido a tu hermano y a tu padre porque creían que vencerían a los enemigos, y tan solo duraron una noche, no significaron nada para el invasor, al que no sirvieron ni de entretenimiento. Y yo, he perdido todo, y ahora quieres que te pierda a ti.
-¿Cómo sucedió? -preguntó Miros-.
-Unos pocos hombres y mujeres, intentaron luchar contra las invasiones continuas, formaron grupos aquí y allá, sin estar sincronizados, sin saber unos de otros, y atacaban donde querían, ignorando toda precaución, sin idea de tácticas, solo con su valentía. Luchaban muy bien, pero su desorden les hacía más inofensivos que una mosca.
-Y, ¿si hubieran estado unidos? Sus posibilidades se habrían incrementado -se interesó Miros-.
-¡No!, el resultado hubiese sido el mismo, siempre hemos perdido, nadie nos ayuda, ellos entran, saquean, roban, matan si nos cogen, y nadie se preocupa. Tú, pareces extranjero, por eso no sabes quiénes somos. Somos la escoria, los olvidados, los presos, el escudo humano del Gran Valle. Al principio, fueron desterrados aquí ladrones, asesinos, personas que estorbaban los planes de las “águilas”, enemigos políticos, familiares ingratos, o simplemente gente que no acepta su forma de gobernar. Pero ahora, a parte de toda esa gente aquí viven sus descendientes, jóvenes que sufren el destierro injustamente, son inocentes, pero morirán si abandonan el valle.
-Yo lucharé para que eso termine -dijo Miros-, no voy a pediros que me acompañéis, lo haré con lo que tengo, necesito información, saber por dónde anda el enemigo, por dónde se ha ido, por dónde ha llegado, todo lo que pueda.
-Tu no nos pides ayuda, pero los jóvenes están deseando entrar en acción, nadie les podrá impedir acompañarte, la tentación de salir del valle maldito, de luchar contra los odiados invasores que han matado a sus hermanos, de hacer algo, es muy fuerte -dijo aquella mujer-. Y en caso de que mi hijo, se una a vosotros, ten por seguro de que no le dejaré ir solo. Todavía lucho mejor que el, no obstante he sido “águila”, y como yo, otras muchas están aquí, sabemos luchar, y te puedo decir, extranjero, que estamos orgullosas de haber enseñado a nuestros hijos igual que a nuestras hijas, sin discriminarlos por ser varones, todos luchan por igual, y todos luchan bien.
-¿Cuántos sois? -preguntó Miros-.
Se miraron unos a otros, no sabían cuantos eran, estaban diseminados por aquel valle, ajenos unos a otros.
-Volveremos con nuestra gente -dijo MIros-, vendremos otra vez aquí, para que veáis lo que tenemos. Mientras hacemos el camino, os pediría que reunieséis aquí a todos los habitantes del Valle del Destierro, todos los que sea posible, aquí, dentro de cinco días llegaremos, e intentaremos ver lo que tenemos, si no es suficiente para atacar, ya lo veremos.
-Está bien, mandaremos mensajes en todas direcciones, haremos que se corra la voz.
Sin esperar orden alguna, un grupo de adolescentes, salió corriendo. En aquel lugar, no parecía haber ninguna autoridad, y su propia anarquía era su punto débil.
Mientras Miros y Ana, regresaban al campamento, informaban de los sucedido, y regresaban con todo el ejército, en el Valle del Destierro, las noticias de una reunión cerca del límite con el Valle de los Vientos, corrió como la pólvora, en pocos días, la gente empezó a acudir. En un principio, parecían conocerse todos, pero no se dieron cuenta de la gran cantidad de habitantes que tenía el Valle del Destierro, hasta que al quinto día, cuando todos estaban reunidos, la masa de gente, desbordaba aquel lugar, y era prácticamente ingobernable, nadie se hacía cargo de organizar aquello.
Cuando Miros y compañía, llegaron a aquel lugar, se quedaron estupefactos, la cantidad de gente era enorme, sin duda aquel valle era más importante que ninguno. Pero no eran conscientes de su poder, y el desorden les impedía unirse.
Al ver semejante desastre, Orey se horrorizó, luego, empezó a pensar en como organizar a tanta gente, y finalmente, estaba ansiosa, como si fuese un niño con una gran tarta para el solo.
La llegada del ejército de Miros, la imponente estatura de “Queñín”, la rapidísima toma de posiciones de los jóvenes de Vallecillo en todas direcciones, la precisión de los movimientos de los mercenarios de Klasnic, la fama que precedía a Eusina entre aquella gente, todo eso les impresionaba, pero cuando Orey se subió a un montículo, se hizo un silencio total. Se irguió allí subida, todos la miraban, su belleza era cegadora, era majestuosa, la brisa jugaba con su melena, y su sonrisa estaba venciendo. De repente, comenzó a hablar, aquella gente esperaba un discurso, el discurso de una reina, razones para unirse a su ejército, pero es que Orey, estaba pensando en aquel desastre de gente.
-Escuchadme -dijo-, quiero veinte personas fuertes que acompañen a uno de los nuestros a por provisiones, antes de eso, quiero otras veinte, que vayan trescientos metros al sur, y caben unas letrinas, otras veinte, que se dediquen a contar a todos los demás, que iréis agrupándoos en grupos de veinte, necesito que hagáis caso a mi gente, durante todo este día, vamos a organizar esto. Deseo que esta noche, cada uno de vosotros tenga un lugar fijo en este lugar, que se sepa cuántos somos, que habilidades poseemos, quién sabe luchar, quién quiere estar aquí, y cuántos se van, quién necesita ayuda, y para qué.
Y así siguió, dando órdenes sin parar. Se bajó de aquel montículo, y se dirigió de un lugar a otro, formó un enorme campamento, repartió a todos los hombres según sus habilidades, y el trabajo se realizaba cada vez con mayor precisión. Aclaraba dudas, escuchaba a todos, trabajaba más que nadie.
Klasnic, estaba asombrado de las excelentes cualidades que tenía aquella gente para luchar, solo necesitaban un líder.
Ana se camufló de nuevo, y se enteró de que eran aceptados de buena gana, y de que la mayoría de la gente, estaba contenta don los nuevos acontecimientos, aparte de la admiración que estaba levantando Orey.
Miros y Eusina, se encargaron de las guardias, y se alegraron de la obediencia ciega de aquella gente.
Durante unos pocos días, se fue normalizando el lugar, era una enorme cantidad de gente. Una parte de la gente, se fue a sus lugares de siempre, con la encomienda de reconstruir lo destruido con mejores resultados. Se esperaba de ellos, que las nuevas viviendas, fueran más resistentes. Otra parte, se fue a la ribera, una vez conscientes de su número, perdieron el miedo, estaban decididos a vigilar que nadie cruzase el río.
cuando se levantó el campamento para dirigirse hacia el sur, la cantidad de nuevos y buenos soldados, hacía que el nuevo ejército, fuese temible de verdad.
El enemigo, había cruzado el río por el sur, por su propio territorio. Esa posibilidad, hacía que tuviesen gran ventaja, puesto que ellos podían cruzar el río Nospe por aguas tranquilas, ya que el río Nospe, salvaba un gran desnivel al sur del Gran Valle que hacía que los últimos kilómetros de su recorrido antes de abandonarle, fuesen de aguas rápidas y poco profundas, difíciles de atravesar. Ellos, mientras tanto, cruzaban tranquilos por su propio territorio, y se encaminaban por el lado oeste del río de nuevo hacia el Gran Valle.
Una vez que Miros se enteró de esto, se decidió a ir por el mismo sitio. Ahora tenía un gran ejército, y no tenía miedo de internarse en territorio enemigo. La idea inicial, era enfrentarse rápidamente a los invasores antes de que hiciesen más daño, pero Klasnic, le disuadió, se enfrentaban a un enemigo muy poderoso, y bien pertrechado para la guerra, lo mejor era ir detrás de ellos, y atacar después de que se hubiesen enfrentado con las “águilas”, en ese momento, serían más débiles, para ello, tendrían que ir recogiendo los muertos y heridos que dejasen a su paso, pero por el bien futuro, era mejor vencerles para siempre.