miércoles, 14 de septiembre de 2011

15.- MIROS: EN TERRITORIO ENEMIGO

Se adentraron en territorio enemigo, para ello, tenían que vencer un gran desnivel, eran terrenos abruptos. Una vez vencieron ese desnivel, vieron como, efectivamente, el río Nospe, transcurría apacible. No encontraban vigías a su paso, tan confiados estaban en aquel lugar del miedo que despertaban en los habitantes del Gran Valle, que no habían dejado defensa alguna.
El ejército de Miros y Eusina, se adueñó de aquellas tierras, que, abandonadas por sus hombres, estaban habitadas por ancianos amargados que ya no podían luchar, por mujeres resignadas, abandonadas a su suerte, cargadas con aquellos déspotas ancianos, y pendientes de sus hijos y de todo el trabajo, ya que sus hombres venían de una guerra, las preñaban, y se iban a otra. Aquellas mujeres, miraban con curiosidad aquel ejército, pero apenas interrumpían su trabajo, ignorando al instante a aquella gente.
A pesar de la miserable vida de aquellas mujeres, poseían algunos animales domésticos, algunas ovejas, vacas, cabras, y vieron algún caballo. Miros, no permitió que se adueñasen de los caballos. No era su intención robar y ponerse a la altura de aquellos miserables, que abandonaban a sus mujeres, a sus ancianos y a sus hijos.
No permitió que se robasen caballos, pero tomó nota de las posibilidades de incorporar aquellos animales al Gran Valle, nunca los robaría, pero si salían victoriosos de la guerra, sin duda podrían negociar, puesto que una vez vencido, aquellas mujeres, serían unos comerciantes más.
No solo encontraron un buen lugar para vadear el río, sino que además se encontraron un puente. Estaba bien cuidado, era robusto, se había construido teniendo en cuenta las corrientes, y se le notaban un par de correcciones, sin duda a errores que las crecidas habían puesto en evidencia.
Se enteraron de que el puente había sido construido por esclavos traídos de otros lugares. Klasnic, sabía que esos otros lugares eran su antiguo hogar, y que entre aquellos esclavos se encontraban algunos de sus parientes y amigos, sabía que habían sido asesinados una vez que construyeron el puente, y que no era necesario buscar a ningún superviviente.
Cruzaron el puente durante la noche, para evitar interrumpir el ir y venir de aquellas mujeres que habían acostumbrado su vida a la ausencia de aquellos bárbaros, que solo venían a llevarse a sus hijos a la guerra, y a dejar a cambio, viejos guerreros, heridos que no se tenían en pie, y a despilfarrar lo que tanto trabajo había costado.
Miros comenzó a mirar a aquellas mujeres con admiración, y pensó que serían las más beneficiadas si vencía.
Al otro lado del puente, había una pequeña población que dejaron atrás en la oscuridad.
Al día siguiente, comenzaron una nueva ascensión, para salvar de nuevo el desnivel que los separaba del Gran Valle, esta vez por el oeste del río Nospe, esta vez, la ascensión, era menos dura, y les costó menos llegar al Gran Valle.
-¡Ahí está! -dijo Eusina-, el Valle de los Caballos.
-¿El Valle de los Caballos? -repitió Miros-.
-Si, pero ya no hay ninguno, así que no te hagas ilusiones.

2 comentarios:

Pluma Roja dijo...

Linda esta historia de Mirós, la sigo sin falta.

Buen día amigo Rubén.

Un saludo cordial.

Mercedes Vendramini dijo...

Bueno este capítulo Rubén. Al leer me asombra cómo describes todo hata el último detalle!

Saludos!