lunes, 23 de abril de 2012

PARA SERGIO

Para que mi sobrino Sergio, pueda leer este libro, he vuelto a abrir el blog, algún día intentaré publicar esta historia, pero por el momento, no encuentro valor.

viernes, 21 de octubre de 2011

MIROS: 20.- RESTAURACIÓN

20.- RESTAURACIÓN



Al cabo de un año, el palacio no había dejado de ser el hospital, y además se había convertido en el refugio de los más desamparados, se llegaba allí en busca de comida, de abrigo, de cuidados y de justicia.

Orey, se encargaba de que los excedentes de otras regiones, llegasen allí para paliar el hambre ocasionada por la guerra del año anterior, sobre todo porque había afectado a los campesinos que vieron destrozados sus cosechas de cereales y hortalizas.

También se encargó de que aquellos que se quedaron desprotegidos porque habían perdido a sus padres o a toda su familia, bien por la enfermedad, bien por la batalla, fueran acogidos en el palacio.

Lo más difícil, era la cantidad de personas que llegaban en busca de justicia. A veces, solo se trataba de disputas sin importancia, otras, era imposible saber quien tenía razón.

Ana, estaba embarazada, y se había trasladado al bosque, en el Valle de los Pájaros, junto a Sara y Andrea, puesto que aquel lugar era el que ella consideraba su hogar. Miros, iba y venía, tan pronto estaba al lado de Orey, como en la cabaña de las brujas.

La cabaña de las brujas, seguía siendo un sitio poco frecuentado, estaba más vigilado que nunca, y realmente era como un cuartel general.

Durante el año transcurrido, Miros y Klasnic, habían recorrido todo el Gran Valle.

Habían empezado por el norte, en las cuevas de “Queñín”, allí, se habían demorado más de lo previsto, Klasnic porque le tenía simpatía al gigante, y Miros porque había echado de menos a Nuño.

Las cuevas presentaban un aspecto diferente, la convivencia entre hombres y mujeres, había resultado beneficiosa, las mujeres tenían más tiempo de ocuparse de la salud de sus hijos, así como de la limpieza de los alrededores, mientras los hombres se habían dedicado a reforzar las poblaciones con construcciones más serias, siempre en torno a las grandes cuevas, que ofrecían un habitáculo natural que no podían despreciar. Mientras, se construyó, los mejores constructores de Vallecillo les orientaron lo mejor que pudieron.

Los planes de “Queñín” cuando Miros y Klasnic abandonaron la zona, eran aprovechar la estancia allí de los de Vallecillo para proyectar un camino entre cuevas y que además diera una salida fácil desde las montañas hasta el Valle de las “Águilas” por el oeste y hasta el Valle de los Pájaros por el este. Por su parte, los constructores de Vallecillo, se lo tomaban como un nuevo reto, aburridos como estaban, ya que en Vallecillo, ya habían rizado el rizo en cuanto a construcción se refiere.

Desde allí, Miros y Klasnic se dirigieron al Valle de los Pájaros, pero en vez de utilizar el peligroso camino que usó Miros en su primer viaje, pasando a través del Valle de las “Águilas”.

Se encontraron un lugar más defendido que una fortaleza. Las órdenes dadas en su día por Miros a aquellos jóvenes, habían dado lugar a un círculo inexpugnable. Toda la imaginación de aquellos adolescentes se había puesto en marcha para idear innumerables formas de defensa, desde trampas hasta muros de vegetación.

Miros estaba asombrado, además, del buen mantenimiento de las casas y almacenes y del buen cuidado que se había hecho de los frutales y de las huertas. Sin duda, Ana quedaba en buenas manos, y además aquello parecía un paraíso.

Klasnic dirigía miradas nostálgicas hacia las montañas por las que había llegado.

Cuando se fueron, se fueron alegres de aquel lugar abarrotado de juventud, alegría y entusiasmo.

Se dirigieron por el bosque hacia el lugar en que ambos creían que se encontraba la entrada hacia el paso del pantano. Nunca antes lo habían cruzado solos.

Encontraron la entrada fácilmente, pero enseguida se perdieron, pronto estuvieron mojados de la cabeza a los pies, riéndose de su propia torpeza, y recordando a los muchachos que les habían guiado por allí con mayor respeto y admiración, valorando un poco más su labor.

A pesar de haberse extraviado varias veces, llegaron a Vallecillo, llenos de barro, sucios, con arañazos, con alguna que otra sanguijuela pegada a sus piernas y agotados.

Los muchachos, los recibieron como a héroes al verles, pero luego, cuando les iban contando lo mal que se habían orientado por el pantano, los chicos les fueron bajando del pedestal hasta el más abajo del suelo, pues las burlas y las bromas, hicieron que la gente se riese tumbada por el suelo, sobre todo cuando les quitaban las sanguijuelas que se habían pegado a sus piernas.

Por primera vez, subieron a una de aquellas casas construidas sobre la pared de la montaña. Allí, les pusieron al día. El comercio de Vallecillo, estaba prosperando tan deprisa, que los almacenes se estaban construyendo en el suelo, porque no daba tiempo a nada más. Hasta allí llegaban los alimentos que voluntariamente enviaba la gente de más al sur para introducirlos en la zona perjudicada, que era el Valle de las “Águilas”.

Les contaron que los pueblos del Valle de los Vientos, se estaban repoblando rápidamente, al igual que los pueblos del Valle del Destierro.

Klasnic, había enviado a parte de sus hombres a proteger la frontera sur del Gran Valle, tanto en el Valle del Destierro como en el Valle de los Caballos. Y esa, era su última misión a sus órdenes, Orey, como pago a sus servicios, había dispuesto que los hombres que habían luchado y no habían sido pagados, podrían asentarse en el Valle de la Guerra, que estaba  deshabitado, y también en las llanuras del Valle de los Vientos, allí, donde no hubiese otros.

Esta colonización, se iba produciendo con armonía salvo pequeñas disputas.

Entre los mercenarios, y otros, habían ido poblando el Valle de los vientos aquí y allá, estableciendo puntos de descanso entre la ribera del río Nospe y las montañas.

Cuando Miros llegó al Valle del Destierro, quedó sorprendido, las construcciones eran fuertes, los habitantes, se habían concentrado en núcleos un poco más grandes, y gracias a la gente de Klasnic, habían organizado una vigilancia constante en la frontera sur. Algunos de los hombres de Klasnic se establecieron allí mismo, otros, se fueron dispersando por otros valles, era la separación definitiva. Klasnic se sentía como si sus hijos se hubiesen hecho adultos y ya no le necesitasen.

En el Valle del Destierro, Orey era un ídolo, les había liberado de un yugo que les llevaba atormentando durante décadas.

Algunos de los constructores de Vallecillo, junto con expertas en las minas del Valle de las “Águilas”, estaban trabajando en la inclinada ladera que daba al sur, la idea, era conseguir construir un camino, por mucho trabajo que costase y por mucho tiempo que se tardase, por el que poder introducir ganado vacuno y caballar en el Gran Valle, lo mismo, se estaba intentando hacer, al otro lado del río.

En el Valle de los Caballos, el camino hacia el sur estaba más avanzado, pues la pendiente no era tan pronunciada, por allí, con mucho trabajo, y utilizando métodos para tranquilizar al animal, se había introducido en el Gran Valle el caballo utilizado por Orey.

A la vez, desde estos dos valles que hacían frontera con el sur, se había negociado con las viudas de los invasores muertos en la guerra, ellas necesitaban de todo, sobre todo mano de obra. Finalmente, se decidió, que podrían venir a vivir al Gran Valle una vez que se hubieran construido los caminos, eso sí, con la condición de que llevasen consigo caballos y vacas.

Se trasladó un destacamento para controlar el puente en territorio enemigo, que pasó a ser territorio del Gran Valle a cambio de protección, allí, se vigilaría y se lucharía contra las posibles invasiones de otros pueblos, pero las verdaderas defensas, comenzaban en las laderas del sur del Gran Valle, donde se comenzó a amurallar.

El Valle de la Guerra, estaba desconocido, estaba cultivado, centenares de personas se habían quedado en él, y el tránsito de gente desde el Valle de los Caballos se triplicó.

Los supervivientes de la guerra, se estaban estableciendo en paz.

Al principio, todo el mundo, ayudaba con lo que podía, luego, Orey, estableció una serie de personas respetadas en sus respectivos valles, para que se hicieran cargo de los impuestos necesarios para mantener el palacio convertido en hospital, para construir las murallas del sur, y nuevos puentes, para mantener un ejército, el cual a su vez, mientras no hubiese guerra, debería cooperar en la construcción de puentes caminos y otras construcciones públicas.

Miros se quedó en el Valle de los Pájaros, con Ana, la cual había dado a luz un niño enorme, tanto como sus tíos muertos, Tilo y Martín. De vez en cuando, Miros viajaba hasta el arroyo por donde llegó al Gran Valle, miraba el hueco por el que apareció, y luego se iba desechando la idea de regresar.

Ana era feliz, estaba formando una familia, donde Sara y Andrea eran como sus hermanas.

Klasnic y Eusina, disfrutaban de una fuerte amistad, que les mantenía juntos vigilando fronteras, manejando el ejército, y haciendo cumplir la ley. La convivencia entre ambos dio lugar a una especie de relación amorosa, que iba y venía.

Orey, seguía siendo Orey, y eran incapaces de retenerla en el puesto que ocuparía una reina, y siempre estaba por todas partes, viajaba a todos los valles, supervisando que todo fuese bien. Pasaba mucho tiempo en Vallecillo, y cuando coincidía con Eusina, se bañaban en el arroyo donde se encontraba su lugar secreto.

“Queñín”, dejó las cuevas en manos de los jóvenes, se limitó a ayudarles en lo posible. La mayor parte del tiempo, se lo pasaba en el Valle de la Guerra, pues allí, estaba cerca de todos, era un buen lugar, y era muy respetado por los que se habían quedado a vivir allí.

El Gran Valle prosperó. Hubo muchos conflictos, como en todas partes. También hubo épocas de escasez que se superaron con suficiencia. Pero sobre todo, era un valle unido, en el que todos eran iguales, donde la vida era justa, y además, tenía una buena defensa rechazando todos los intentos de invasión de una forma arrolladora, en la que no tuvieron muchas bajas.

Miros, cayendo accidentalmente por aquella abertura, cambió la historia del Gran Valle.



FIN

RUBÉN FERNÁNDEZ TOMÉ

lunes, 17 de octubre de 2011

MIROS: 19.- RECUPERACIÓN

19 .- RECUPERACIÓN.

            Los herreros construían grandes hoyas. Los carpinteros construían tejadillos en el patio, angarillas para transportar a los más débiles, camastros y otros utensilios. Los curanderos y cirujanos, colocaban enfermos y heridos en lugares diferentes y se afanaban en su recuperación.

            Miros recogió el caballo de manos de Orey, y se dispuso a recorrer todo el valle para informar de la situación y para que la gente enferma se trasladase al palacio.

            Era el único que sabía montar, aunque no se le daba muy bien. Se sorprendió mucho cuando Orey le contó que el caballo era parte del pago de uno de los invasores por su libertad, y que le había costado mucho conseguir introducirle en el Gran Valle.

            Las infusiones eran servidas en el patio del palacio, donde a Edeca se le había encomendado lavar las heridas y limpiar a los inconscientes. Iba de un lado para otro, siempre vigilada, ridícula con su cabeza rapada, de vez en cuando vomitaba antes de limpiar las heces o la orina de los que no podían contenerse, otras veces, caía rendida de cansancio. Esto no era un castigo, era una cura de humildad. Ella veía que no era un castigo, porque Orey, estaba desarrollando el mismo trabajo que ella.

            Los enfermos que podían llegaban poco a poco para ser tratados, los heridos que se recuperaban salían para dejar sitio, los que morían eran enterrados o incinerados. Algunos hombres y mujeres, salieron en distintas direcciones para atender a las personas que estaban demasiado débiles para acudir hasta allí.

            Una vez que Miros recorrió todo el Valle de las “Águilas”, siguió por todo el Gran Valle, se necesitaba de todo en la zona de guerra, y pedía ayuda, la mayoría acudía con lo que creía necesario.

            El palacio era un hospital, a pesar del desbordante trabajo, había numerosos voluntarios para ayudar, y con eso, y la mejora en la alimentación, la mayor parte de los convalecientes, se iba recuperando.

            La figura de Orey, crecía por momentos, su liderazgo era indiscutible, apoyada por Miros y Eusina, nadie dudaba de ellos.

            En ausencia de Miros, Ana, trabajaba junto a Sara y Andrea.

            Eusina, junto con Klasnic, estaba organizando a los soldados, al finalizar la guerra, se requerían sus esfuerzos para otros trabajos.

            La recuperación de todos los enfermos llevó más tiempo de lo esperado, pero al final, el patio del palacio, iba quedando vacío. Había poco trabajo, Edeca, miraba a Orey, tenía el mismo aspecto de cansada que ella misma, pero no tenía sus ojeras, la había subestimado, durante aquellos días, se había dado cuenta del carisma de Orey, y de su propia ineptitud. Era Edeca quien más admiraba a Orey en esos momentos. Había sido muy duro, y las cosas superficiales que la preocupaban antes, parecían cuentos para niños.

            Edeca se castigaba a sí misma rapándose el pelo cada pocos días, nadie la obligaba, pero lo hacía. En un primer momento, cuando fue rapada, se dio cuenta de lo cruel que había sido.

            El cambio de Edeca, no pasaba desapercibido, Ana, la dejó un pañuelo para cubrirse la cabeza, y Orey, la visitaba cada noche.

-         ¿Aprendes algo? –preguntaba Orey-.

-         Sí, sobre todo a raparme.

miércoles, 12 de octubre de 2011

MIROS: 18.- EL VALLE DE LAS "ÁGUILAS"

18.- EL VALLE DE LAS “ÁGUILAS”

            La guerra era inevitable, una vez que cesó la lluvia, Miros se dedicó a preparar a todo el mundo, podían ser atacados sin que hubiese ningún indicio. Estaba preocupado, algunos corredores de campo, no habían regresado, seguramente abatidos por el enemigo, que ahora sí, estaba en guardia. También faltaba por regresar un muchacho de Vallecillo, enviado con órdenes para “Queñín”. Eso le dolía, por aquellos valientes adolescentes. Nunca habían fracasado, y eran los niños mimados de Ana y Orey, cualquier contratiempo para uno de ellos, era seguido de un profundo dolor por parte de ellas.

            Klasnic avisaba, no iba a ser una victoria fácil, habría muchas bajas, esta vez, las “águilas”, se habían reforzado, y no atacaban, esperaban en una colina muy bien situada, de difícil acceso, sería imposible vencerlas si no se movían de allí, todo dependía de sus movimientos y de sus decisiones, y era probable que esta vez, no subestimasen al contrario, y seguramente, no cometerían ningún error, era imposible cruzar sus filas, estaban muy alerta, y no preguntaban. Ante la menor sospecha, mataban a cualquiera que se acercase. Se suministraban por la retaguardia, a la vez que defendían estaban parapetados en la fortificación donde se resguardaba Edeca. Desde la posición de “Queñín”, se observaba mucho movimiento, no se sabía si para defender a Edeca, o para atacar la posición de “Queñín”, todo esto creaba una incertidumbre que desanimaba a la gente del gigante, ante la extrema vigilancia, no tuvo más remedio que enviar al muchacho de Vallecillo de regreso por el Valle de los Pájaros, pidiendo ayuda de Sara y Andrea, y también de Vallecillo, consciente como era de que por ese lado se disponía de algunas fuerzas para retener posibles huidas. Era una decisión  muy meditada por “Queñín”, pedir a las fuerzas del este del río Nospe que atacaran por ese lado el Valle de las “Águilas”, era una decisión tomada sin tener en cuenta a Miros y a Eusina, lo cual le remordía y le mortificaba, porque su miedo de ser atacado, podía poner en peligro todos los planes de Miros.

            El muchacho de Vallecillo, al que llamaban “Saltamuros”, salió del campamento de “Queñín”, subiendo en dirección a las cuevas, luego, cruzando arroyos y bosques, llegó al bosque donde estaban Sara y Andrea, allí, apenas transmitió el mensaje, y siguió camino hacia Vallecillo, lugar al que llegó exhausto, y sufriendo unas terribles fiebres, que, unidas al cansancio, le hicieron derrumbarse ante los pies de su propia casa. Apenas pudo transmitir la difícil situación del gigante, y quedó sin conocimiento.

            Tanto desde el Valle de los Pájaros, como desde Vallecillo, se prepararon para cruzar el río, se mandaron hombres avanzados para preparar el desembarco en el Valle de las “Águilas”, por fortuna, todos los pueblos ribereños, eran los más enfrentados a la reina Edeca, en estos pueblos, habitaban las personas repudiadas de las poblaciones principales, y allí, había sido fácil conquistar a sus habitantes para su causa.

            Cuando los primeros soldados comenzaron a llegar a la orilla oeste del río Nospe, los lugareños, ya estaban preparados, y apoyaron con lo que pudieron. Acto seguido se envió un mensaje a Miros para informar de la situación.

-         Está bien –dijo Miros al enterarse-, tarde o temprano, tendríamos que dar ese paso, así que no importa, lo que importa ahora es vigilar los movimientos del ejército que tenemos enfrente, si se retira la más mínima tropa de enfrente nuestro, puede significar un ataque a “Queñín”.

-         Miros, otra cosa más –dijo el mensajero-, el mensajero que ha llegado con la noticia, me ha pedido por medio de su familia permiso para poder descansar unos días en su casa. Has de saber que llegó totalmente agotado y con mucha fiebre, ya que tuvo que dar un gran rodeo para llegar.

-         ¿Quién es el mensajero? –preguntó Miros esperanzado-.

-         ¡Saltamuros!

-         Menos mal. Vuelve a Vallecillo, vete a su casa, y no te separes de su lado, dile que no es necesario que vuelva, que lo que ha hecho, es más de lo que nadie ha hecho hasta ahora. Su misión se terminó.

Miros no salía de su asombro, aquel muchacho, apenas un adolescente, había recorrido un camino similar al que el mismo había recorrido al llegar al Gran Valle, y al recordar su encuentro con los lobos, y de la inestimable ayuda que tuvo entonces con “Luna”, no pudo menos que pensar en la valentía demostrada, y en lo mucho que tuvo que haber pasado “Saltamuros”.

La formación de las “Águilas” no se movía, permanecían en su puesto esperando a su enemigo bien parapetadas en su envidiable posición. Allí, eran inexpugnables, y cualquier enemigo sería destruido sin apenas bajas, así, era como habían vencido siempre a los invasores.

Klasnic lo sabía, estaban en un punto muerto, no podían avanzar, para llegar a la posición de “Queñín”, tendrían que dar un gran rodeo, corriendo el riesgo de ser atacados aquí, y para nada, puesto que mientras ellos llegasen, ellas estarían esperando, pues tardarían una quinta parte de tiempo en llegar al lado de Edeca. Estaban en un punto muerto.

Se intentó provocar, se lanzaban pequeños grupos hacia la posición de las “águilas”, con rápidas retiradas para ver si provocaban una persecución que las sacase de allí, pero no caían en la trampa. Se intentó atacar durante la noche, pero no era posible, lanzaban grandes rocas al menor ruido, las rocas en su descenso, llevaban por delante todo lo que pillaban, no haciendo otra cosa que despejar el terreno favoreciéndolas.

Eusina y Klasnic, estudiaban el mapa de la situación, no tenían nada que hacer salvo esperar movimientos. Pero la inactividad era lo peor que podía suceder en un campamento de guerreros, y la situación se podía complicar.

Ana, intentó adentrarse en terreno enemigo, pero a pesar de su capacidad camaleónica, no pudo pasar, estaban muy suspicaces, y no se fiaban de nada. Finalmente tuvo que retroceder para no ser un muerto más.

Miros había bajado a la ribera para estudiar la situación desde allí, pero era la misma. Las “águilas”, al ver que el enemigo se había adueñado de la ribera, habían renunciado a una parte de su terreno, retrocediendo hasta llegar a una posición desde la que defenderse. Otra vez, se habían adueñado de la situación, conocían el terreno, y estaban defendiendo su hogar, estaban dolidas, enrabietadas, y ahora, no iba a ser fácil vencerlas.

Miros regresó con las noticias desde el río, Klasnic ya se había encontrado antes en situaciones semejantes, y sabía que era imposible vencer.

-         Miros, es imposible vencer –dijo Klasnic-, a menos que…

-         ¿Qué?

-         Que tengamos mucho tiempo.

-         Tenemos tanto como ellas, pero ellas están más cómodas.

-         Sí, pero necesitaríamos mucho tiempo para debilitarlas, parece imposible que se terminen sus alimentos, tienen todo el agua que necesitan.

-         Habrá que pensar algo.

Pensar algo, no era tan fácil, no podían atacar por el norte, porque la fortificación de Edeca era más inexpugnable todavía que el resto, no podían atacar por el este ni por el sur, porque estaban muy bien defendidas, en cuanto al oeste, era inaccesible, al contrario que en el este, las montañas se elevaban de forma que era imposible llegar por ese lado.

Mientras sucedían los días, se limpió todo el Valle de la Guerra, se incineraron los muertos, y se limpiaron las armas de los caídos. Ante el punto muerto de la situación, la gente empezó a construir casas en el Valle de la Guerra.       

Por otro lado, se bloqueó el comercio con las “águilas”, que tenían que surtirse a sí mismas, aunque parecía que eran autosuficientes.

Eran invencibles, pero estaban aisladas, una vez que el Gran Valle se iba librando del yugo que suponía tener que rendir cuentas a Edeca, la gente, fue retomando la rutina diaria con ímpetu, se trabajaba con ilusión, sin temor a invasiones, sin temor a que los impuestos desorbitados condicionasen su calidad de vida.

Pronto, todo el Gran Valle, estaba expectante, con los ojos puestos en el frente de batalla en el Valle de las ”Águilas”, deseando que Orey recuperase su trono, su reino, y con ello terminase el régimen prepotente y despótico de Edeca.

Pero la guerra estaba estancada en un punto muerto, nadie avanzaba en ninguna dirección. De vez en cuando, alguno de los hombres que se encontraban en el ejército de las “águilas”, desertaba, pero la mayoría de éstos, era fiel a su gente, bien por sus madres, o bien por sus hermanas o amantes.

Con el paso de los días, la situación se fue haciendo normal, incluso, algunos exploradores de ambos ejércitos, se hablaban entre sí cuando se encontraban en vez de esquivarse o luchar. Los soldados se estaban acostumbrando a que no pasase nada.

Miros, no se atrevía a mover pieza, porque en ese momento de estancamiento, no había muertes. El resto del Gran Valle estaba en paz, los heridos se estaban recuperando, y los muertos habían sido debidamente incinerados.

Klasnic, no estaba impaciente. Por primera vez, su gente se había mezclado con el resto, y estaba disfrutando, los herreros y carpinteros, se habían trasladado a Vallecillo, y compartían su experiencia con los demás artesanos de otros valles. Otra gente de los que antes eran sus mercenarios, disfrutaba de una calidad de vida que se había olvidado hace tiempo, no carecían de nada, la comida llegaba con regularidad a medida que se iba tranquilizando el territorio, disponían de refugios bien construidos que les protegían de las inclemencias del clima, y todos estaban ocupados enseñando a los más inexpertos.

El Valle de la Guerra, se fue poblando poco a poco, se empezó a cultivar algún pequeño trozo de terreno, y la gente se estaba asentando.

Eusina, sin embargo, estaba nerviosa, no era normal que la situación estuviese así, no se veía un solo movimiento en el enemigo. No estaba preocupada, puesto que con el tiempo su ejército se iba fortaleciendo, estaba descansado, y sus improvisados soldados del principio, se iban convirtiendo en buenos soldados, pero estaba nerviosa. Si Edeca decidía atacar por el norte o por el este, haría mucho daño, puesto que esos dos frentes eran débiles. Fuese quien fuese la que dirigía a las “águilas”, tenía que saberlo de sobra, ¿por qué no atacaban?

De nuevo Ana, se ofreció a intentar de nuevo introducirse en territorio enemigo y averiguar algo, y de nuevo Miros, decidió acompañar a su compañera.

En vez de intentar pasar por medio de disfraces, decidieron camuflarse en el terreno, hasta llegar a la retaguardia de los enemigos.

Durante la noche, se fueron acercando a los puestos de guardia, iban en alerta, con la cara manchada de hollín, con ropas oscuras, no se les veía, y eran tan sigilosos, y estaban tan compenetrados, que pasaron desapercibidos. Pero de todas formas, había sido demasiado fácil, Ana recordaba que en su primer intento, había sido imposible pasar, ni de día ni de noche.

No se encontraron vigilancia ni guardia, y en los campamentos que espiaron desde las sombras, no se veía movimiento. Habían decidido internarse por el este desde el río, y quizá por ahí, no esperaban intrusos.

Superaron la zona donde estaban las guerreras, y se adentraron por el valle, pasaron dos poblaciones, y en la tercera, aguardaron el amanecer.

Una vez que el sol iluminó el pueblo, Miros se dio cuenta de la diferencia de aquellas casas con las del resto del Gran Valle, eran robustas, con grandes zonas de huertas y jardines, calles empedradas y limpias.

Llevaban media mañana por el pueblo, y casi no veían gente, finalmente, se acercaron a un río, y preguntaron.

-         ¿Dónde está la gente? –preguntó Ana a un muchacho que acarreaba agua-.

-         La mayoría está enferma.

-         ¿De qué?

-         No se sabe, mi madre dice que por falta de alguna vitamina o algo, todo lo que produce el valle va a parar al palacio de Edeca y al frente.

-         Para las guerreras, supongo.

-         Sí, ellas no están enfermas, aunque si seguimos así, acabarán comiendo lo mismo que nosotros y enfermarán también.

-         Déjame que te ayude –se ofreció Ana-.

-         No, no quiero que vean que me ayudas.

-         ¿Por qué?

-         Tú no eres de este valle, ¿a qué no?

-         No, pero no nos descubras.

-         Si me ayudas te descubrirás tu sola, en este valle, ninguna mujer hace estos trabajos, solo los hombres, y mucho menos ayudarían a un chico como yo.

-         Está bien, cuéntanos algo de cómo está la situación por aquí.

-         En esta parte, la mayoría del frente ha desertado, aquí, se encontraba la parte más marginada del ejército, la de menos confianza, se dice que por aquí no hay peligro, por eso se han enviado aquí, a las sospechosas de preferir a Orey, o más bien a Eusina, para una parte del ejército, era un mito, la heroína a la que admiraban, y tienen envidia del enemigo, porque lucha al lado de la mejor.

-         No dudes de que es la mejor –dijo Miros-.

-         ¿La conoces?, entonces… ¿sois espías?

-         Si, guarda el secreto, y conseguiremos que la epidemia acabe, si nos descubres, para cuando el ejército enferme, casi todos los demás estaréis muertos.

El muchacho se fue encantado, pero seguramente, sería incapaz de guardar el secreto, así que decidieron abandonar el valle por donde habían venido, se encontraban los campamentos repletos de gente, pero al venir de su propio territorio, nadie sospechaba nada, incluso, palparon el ambiente de irritación hacia Edeca que se vivía entre ellos.

Cruzaron otra vez sin problemas, y fueron a dar noticias a Eusina y a Orey, pues era su gente la que estaba expuesta a la muerte.

Orey, se mostró muy triste, no quería una batalla contra su propia gente, pero el hecho de que los inocentes sufrieran una epidemia, la llevó a ser por primera vez líder de todo el campamento, la obligó a tomar decisiones de reina, y eso, no la gustaba nada, era difícil decidir. Eusina, sabía perfectamente cómo atacar, y Klasnic también. Sin embargo, Miros tenía serias dudas, la batalla, costaría muchas vidas por ambos lados.

Finalmente, Orey tomó el mando.

-         Debemos atacar –dijo-, no se puede esperar más, no quiero esperar a que esa gente muera mientras Edeca resiste.

-         Si atacamos cuerpo a cuerpo –dijo Klasnic-, es posible que los muertos en la batalla, superen los muertos por la epidemia.

-         Sin embargo –dijo Eusina-, si atacamos con orden, y siguiendo las tácticas habituales, será demasiado tarde, y no se podrá evitar una epidemia catastrófica.

-         Ana ha ido a buscar a Sara y Andrea, ellas y los otros conocedores de plantas, que habitan con ellas, fueron los que solucionaron el mal que las aquejaba cuando las encontramos –dijo Miros-, podemos intentar hacer llegar lo que sea necesario para esa gente.

-         Se tardará mucho, la guerra es inevitable.

Durante días, se prepararon, se hizo llegar algún que otro remedio a los enfermos, pero sobre todo, se preparó el asalto final.           

            El ataque se produjo por el este, se conquistó la cima del monte y desde allí, se dirigieron hacia el grueso del ejército de las “águilas”. Miros y Klasnic iban uno a cada lado de Eusina, iban destrozando al enemigo, todo se convirtió en un caos.

            El ejército de las “águilas” estaba desprevenido, se dividió en muchos grupos, se desordenó, y poco a poco, fue perdiendo la cumbre, retrocedían poco a poco. Su retroceso les llevaba directamente al palacio de Edeca, pero para entonces, “Queñín”, había entrado en acción, y se había interpuesto rodeando el palacio, Edeca estaba sola.

            Se luchaba día y noche, y después de dos días y dos noches, al amanecer del tercer día, nadie podía más, la sed atormentaba a los guerreros, las víctimas eran demasiadas para los curanderos y cirujanos. Todo el mundo estaba agotado, el campo de batalla iba y venía de un lado para otro, sin que se determinase quien llevaba ventaja. El amanecer revelaba un paisaje dantesco, era un sinsentido.

            Entonces, Orey apareció en un caballo, todo el mundo estaba cansado, los dos ejércitos estaban agotados, no podían ni mover un músculo, y algunos estaban sentados en el suelo al lado de sus enemigos, sin poder ni levantar un brazo. Orey, apareció con la luz del sol, estaba deslumbrante, cabalgaba por medio de la batalla, no gritaba, a media voz, iba ordenando que se detuviesen, amigos y enemigos obedecían, con una lanza sin punta que había encontrado, desde su montura, iba tocando los hombros, los brazos y a veces las espadas de los guerreros, la batalla se iba paralizando a su paso. La mayoría de la gente, hacía muchos años que no veía un caballo, se creía que no había ninguno en el Gran Valle.

            Era un espectáculo, Orey, en todo su esplendor, con toda su belleza, su rubia melena al viento, montada en un caballo negro, no sonreía, pero su rostro mostraba determinación y autoridad.

            La batalla se detuvo por completo, había habido muertos en ambos bandos, pero en ese momento, remitió el odio, les invadió una paz total. Detrás de Orey, siguiendo sus órdenes, una gran cantidad de gente desarmada, traía agua y alimentos para todos, se repartía por igual, no había distinción entre unos y otros. Las “águilas”, no veían a la adolescente rapada que había sido humillada, veían a su reina.

            Orey, miraba en silencio, y todo el mundo miraba hacia ella, las lágrimas rodaban por sus mejillas, no podía evitar estremecerse ante cada muerto y ante cada herido.

            Se dirigió hacia el palacio sin oposición, la gente la seguía. A la puerta del palacio, “Queñín” esperaba su aparición. El palacio estaba vacío, todo el mundo había salido en acto de rendición. Todos excepto Edeca, que se negaba a salir.

-         Orey, yo sacaré a esa víbora –se ofreció Eusina-.

-         No, no entres, te esperará a traición, es muy cobarde.

-         Y, ¿qué harás entonces?

-         ¡”Luna”!

La perra entró como una flecha, y lo que sucedió después helaría la sangre de cualquiera, Edeca no era rival, y pronto se vio acorralada en una pequeña despensa, los gruñidos de la perra, harían estremecer a cualquiera. Cuando Eusina llegó a aquel lugar y abrió la puerta, casi no podía retener a “Luna”, fue Orey quien distrajo a la perra, Edeca estaba acurrucada en un rincón en posición fetal, protegiéndose la cabeza con las manos.

-         Edeca –dijo Orey-, ven, que te voy a hacer un bonito peinado.

-         Te suplico que no me mates.

-         Por tu culpa, ha muerto mucha gente, al menos deberías haber capitaneado a tus soldados, has sido negligente como reina, eres ambiciosa, pero tus ambiciones no van más allá de la sensación de poder y la vida de lujo, no te has preocupado nunca de tus súbditos, quizás porque eran míos y no tuyos. Has empobrecido a todo el Gran Valle con tus impuestos excesivos. Una epidemia está a punto de diezmar la población. No mereces vivir, pero no pienso decidir sobre la vida de nadie.

-         ¿No vas a matarme?

-         No, de momento voy a raparte la cabeza, luego, estarás vigilada continuamente, pero no en un calabozo, sino en el patio de este palacio, donde te espera un trabajo que te sorprenderá, un trabajo que deberías haber hecho antes.

-         ¿Qué trabajo?

-         Miros, Eusina, necesito vuestra opinión dijo Orey ignorando a Edeca-.

-         Ahora eres la reina, puedes decidir sin contar con nadie –dijo Eusina-.

-         Sabes que nunca lo haré. Lo que quiero ahora, es trasladar a todos los enfermos a este palacio, es grande, puede recoger a casi todos los heridos graves, y aquí, se puede preparar la medicación para los enfermos. Estaría bien que fueran trasladados aquí.

-         Llamaremos a los cocineros y curanderos –dijo Klasnic-.








domingo, 9 de octubre de 2011

17.- MIROS: EL VALLE DE LA GUERRA

El Valle de la Guerra, estaba prácticamente deshabitado, cuando los invasores penetraban en el Gran Valle, las “águilas”, les esperaban allí para luchar, este valle, era el campo de batalla, y nadie se atrevía a vivir en el, pero era muy transitado, y de vez en cuando, había refugios para pasar la noche, refugios que unas veces se construían en un lugar y otras en otro, porque invariablemente, en caso de guerra, quedaban destruídos.
El acuerdo con “Queñín”, era que hiciese una fogata de humo cuando estuviese preparado, y de atacar cuando este viese un humo semejante en lo alto de las montañas del oeste, así que, un grupo, se dispuso a rodear el Valle de la Guerra, y buscar un lugar desde el que fuese visible el humo, y acumular materia para incendiar en su momento.
Miros y Eusina, se acercaron para ver si la batalla se había iniciado, y efectivamente, los invasores y las “águilas”, estaban enfrascados en una pelea que no parecía tener dominador, hasta ahora, las mujeres siempre habían vencido. Pero hasta ese momento, tenían a Eusina en su bando, y esta vez, era la primera vez con Edeca como reina, seguramente, tenía buenas oficiales, que lucharían muy bien, pero nunca antes, los invasores se habían preparado tanto, y además, éstos creían tener una parte de su ejército al otro lado del río, lo cual no era así, ya que había sido destruído.
Durante varios días, ambos bandos lucharon sin tregua. Las “águilas”, comenzaban a dominar, ya que contaban con la ventaja de estar esperando al enemigo en un punto elevado y difícil de conquistar, pero los invasores, se estaban volcando cada vez más hacia el río Nospe, que era terreno más llano, y por el que podían recibir ayuda del otro lado. Cuando ellas flaquearon un poco, los invasores, decidieron utilizar la baza de atacar desde el otro lado del río, así que, hicieron todo tipo de señas, con estandartes, con humo, y finalmente mandando hombres atravesar el río en busca de los suyos, pero por allí no aparecía nadie, ni tan siquiera los mensajeros enviados volvían, desesperados, atacaban con saña, para, al menos, abrir una brecha y con eso obligar a las “águilas” a cambiar sus posiciones.
Las “águilas” estaban ganando terreno a costa de un elevado número de bajas, ambos ejércitos se estaban destrozando, después de quince días, la situación se volvía insostenible, y los invasores, parecían retroceder, como si estuviesen pensando en la retirada, en vista de que no llegaba la tan esperada ayuda por el río.
Hacía días que los corredores de campo de Klasnic, habían visto el humo de “Queñín”.
Miros decidió atacar la retaguardia de los invasores. Puso a la gente en marcha, y cuando llegaron al lugar de la batalla, el paisaje era desolador, muertos y heridos, habían cubierto todo de sangre, de aves de rapiña, de un hedor, que se incrustaba en la nariz para no dejar nada en el estómago de nadie. Los invasores, ya diezmados por las “águilas”, no podían creer lo que veían, no sabían contra quién luchar, y no tenían lugar por el que huir, así que, luchaban desesperadamente, por primera vez, se veían abocados a ser exterminados.
Los cazadores del Valle de los Caballos, iban en una segunda fila, lanzando flechas y más flechas, abriendo camino a la infantería que iba unos metros por delante, Miros, Eusina y Klasnic, iban en el centro flanqueados por los mercenarios que cubrían unos cuantos metros, entre mercenarios iban los desterrados, esos guerreros que por circunstancias habían acabado en el Valle del Destierro, y por primera vez lo habían abandonado, eran un ejército temible.
A medida que avanzaban, iban destrozando a los invasores. Las “águilas”, sorprendidas, abandonaron la seguridad de su posición, y se lanzaron en un cuerpo a cuerpo contra los invasores, creyendo que la batalla estaba decantada a su favor con la llegada del extraño y oportuno ejército que veían. En un día, los invasores fueron perdiendo terreno hasta ser destruídos, finalmente, unos pocos, resistían en un alto, pero hacía rato que ondeaban la bandera blanca.
Durante la batalla, Miros y Eusina, se habían abierto paso sin pausa, haciendo que fuese una desgracia estar en su camino, Klasnic a la derecha de Eusina, y Miros a la izquierda, no podían avanzar tan deprisa como ella, y los demás no les seguían a ellos, por lo que su avance, tomó la forma de una flecha, cuya punta era Eusina, cuando todo terminó, el centro por el que habían ido los tres, acumulaba más del triple de victimas que el resto, mercenarios e invasores se batieron de nuevo, pero esta vez, los invasores ya estaban muy cansados, hubo muchas bajas, pero todo fue rápido, y al final solo quedaba aquel pequeño grupo en el alto con la bandera blanca.
Miros mandó un mensaje diciéndoles que si se rendían se les respetaría la vida, pero serían prisioneros. Los invasores aceptaron, porque al otro lado, la perspectiva de las “águilas”, les ofrecía una muerte segura.
Edeca, como reina de las “águilas”, mandó una mensajera para reclamar a los presos, Eusina, se mofó de la mensajera.
-Puedes decir a Edeca, que este ejército no es suyo, ni obedece sus órdenes. Que estos presos son nuestros, ya que este ejército es el que ha decantado la victoria.
-Eusina, no puedo creer que no estés de parte de Edeca, habíamos oído historias acerca de tí, pero nunca pensé que te unirías a otro ejército -dijo la mensajera-.
-Transmite el mensaje que te he dado, y ya que has venido, avisa a quien ocupe el puesto más alto de vuestro ejército, que tiene las horas contadas, y que Eusina va para allí.
Sin decir una palabra más, la mensajera se alejó. Miros, hizo avanzar todo su ejército, y acampó en el lugar desde el que se habían defendido las “águilas”, haciendo retroceder a estas hasta el interior de su valle. Suponía un desafio, pero de alguna manera, tenían que ocupar ese sitio, pues más atrás, el panorama era tremendo, muertos y sangre, miembros amputados, y mal olor.
De nuevo volvió una mensajera, esta vez, preguntando de parte de Edeca, si venían a morir o venían en son de paz. Demasiada arrogancia. Esta vez, Orey, se dejó ver:
-Mensajera -dijo-, vuelve por donde has venido, y advierte a las demás, si veo una mensajera más por aquí, morirá. Advierte a Edeca, cuando esté en mis manos, no me conformaré con su cabello. Advierte a quien quiera de vosotras que dirija el ejército, si tan tonta y retrasada creéis que soy, atreveros a poner en práctica vuestras tácticas contra mí. Advierte a toda la población del Valle de las “Águilas”, en este valle, yo soy la reina, y cuando llegue el momento, haré justicia, y te aseguro que sabré quien me ha traicionado y quien me ha sido fiel.
-Orey, Orey… -repetía en silencio la mensajera- eres tu, pensábamos que estabas muerta.
-De sobra sé que nadie se preocupó de mi, no intentes justificarte.
-Te equivocas, Orey, hubo gente que no estaba de acuerdo con el nombramiento de Edeca, y otra gente, que aunque estaba de acuerdo con ese nombramiento, no estuvo de acuerdo con el trato que se te dio, lo del pelo, fue una canallada.
-Nadie salió a defenderme.
-¡Fue por miedo! ¿qué podíamos hacer?
-Eusina fue a buscarme.
-Eusina es una gran guerrera, nadie osaría enfrentarse a ella.
-Es hora de que te vayas -sentenció Orey-.
-Antes debo decirte una cosa, Orey. Yo soy una mensajera ahora, pero también soy mensajera en tiempos de paz, viajo por todo el Gran Valle, hace tiempo que se oyen rumores de tu presencia en el otro lado del río Nospe, pero las mensajeras no hemos dicho nada a Edeca. Mientras viajamos, hemos visto como humilla a todos los valles, nadie está contento con las “águilas”, nunca lo han estado, puesto que siempre tienen que rendir tributos injustos, pero desde que Edeca está en el poder, la gente del Gran Valle, está siendo explotada en demasía.
-Por eso vamos a derrocar a Edeca.
-No quiero volver con ella, quiero quedarme contigo, si me lo permites, Orey.
-Debes volver, transmite el mensaje que te he dado, avisa a todo el que quiera oírlo, que habrá una guerra en nuestro valle, una guerra que no parará hasta que uno de los dos ejércitos quede destruído, así que avisa a toda la gente que no quiera saber nada de Edeca, que se aparte de mi camino.
-Así lo haré. Que sepas que las mensajeras, abandonaremos el valle, cruzaremos el río, no queremos participar en esto.
-Vete a Vallecillo, y quien te encuentres allí, le cuentas lo mismo que a mi, luego, tendrás que tomar partido por Edeca o por mí.
La mensajera se fue, no era para fiarse de ella, pero cabía la posibilidad de que algunas “águilas”, se pusieran de parte de Orey. Aunque Eusina, sabía que ninguna sería soldado, las guerreras, estaban en contra de Eusina, y la nobleza en contra de Orey, solo las clases bajas de aquella sociedad, tendrían la esperanza de salir de las míseras condiciones en que se encontraban.
A los dos días, el ejército de Edeca, se preparó para la batalla, y al tercero, pensaba atacar a traición, por la noche.
El plan no resultó, los corredores de campo vigilaban todos sus movimientos, y se habían dado cuenta de su plan. Además los jóvenes de Vallecillo, habían cruzado el valle entero, sin que nadie pudiese capturarles, se habían enterado del potencial del ejército de las “águilas”, de su número, y de su posición.
Todas las guerreras estaban frente al ejército de Miros y Eusina, el resto del valle, estaba desprotegido.
Miros envió a varios jóvenes para dar la señal convenida a “Queñín”.
Ese día por la noche, rechazaron el ataque traicionero, luchando desde lugares bien escogidos, y con la inestimable ayuda de Klasnic, un experto en la lucha nocturna, repelieron el ataque con facilidad, con pocas bajas, y sembrando el desconcierto en el bando contrario.
A la vez que luchaban, podían ver en las montañas, el brillo de una gran fogata, que a la vez estaba viendo “Queñín”, éste, atacó desde el norte, y antes de que las “águilas” se dieran cuenta, había tomado posiciones muy cerca de su población principal, desde donde Edeca, veía como su reinado estaba en peligro.
Con la llegada de las mensajeras a Vallecillo, tanto en este valle, como en el Valle de los Pájaros, se prepararon para rechazar cualquier intento de huida por parte de las “águilas”.
Cuando “Queñín” detuvo su avance, Edeca ordenó un nuevo ataque al ejército del sur, esta vez, dejando tropas vigilando el norte. Pero cuando las guerreras se dirigían al encuentro de Eusina y Miros, se encontraron con ellos mucho más cerca de lo esperado, pues habían avanzado varios kilómetros, dejando atrás algunas poblaciones de las “águilas”.
A la vez que pasaban por estas poblaciones, una vez superada la escasa resistencia, se limitaron a tranquilizar a sus habitantes, dando la opción de huir o la opción de unirse a ellos, pero no podían huir sin antes visitar a Orey.
Cuando la gente visitaba a Orey, esta les pedía información sobre todos los posibles desagravios que habían causado Edeca. Cuando la gente se iba de la presencia de Orey, se iba topando con Eusina, todo ello, hacia que la confianza en este nuevo ejército fuese grande, y muy poca gente huyó, y mucha gente se quedó para ver el final de esta guerra.
La historia que rodeaba a Orey y Eusina, la odisea de Miros, y el altruismo de Klasnic en esta guerra, fueron creciendo hasta formar una leyenda, cada historia de cada uno de estos personajes, se fue agrandando y exagerano de boca en boca, y todo el Gran Valle, estaba llegando por la retaguardia para ayudar.
La sociedad sexista de las “águilas”, habia dejado tras de sí, miles de humillaciones, infinidad de agravios, familias rotas, y una injusticia en cada rincón del Gran Valle. El mismo modelo pero a la inversa que los propios invasores.
La guerra no parecía ser laraga, es más, Miros tenía la esperanza de que no fuese necesario luchar, y que una vez que las “águilas” se viesen en desventaja, renunciarían a la guerra. Pero estaba equivocado, nada más lejos de la realidad. En los días siguientes, el ejército de las “aguilas”, creció en número, hasta ese momento, no se habían movilizado al completo, y estaban dispuestas a vencer.
En esos días, la lluvia, lo estaba encharcando todo, lo cual dificultaría los movimientos, a pesar de estar en un buen emplazamiento, el barro, impedía el buen funcionamietno del campamento de Orey, la comida era difícil de transportar hasta allí, a pesar de que había muchos ofrecimientos para proveer al ejército salvador, no era fácil de hacer llegar los alimentos.
A su vez, la tarea de ir amontonando los cadáveres que quedaban en el Valle de Guerra, se había encomendado a la gente que se incorporaba por la retaguardia. Los muertos se iban acumulando en grandes montones que no se podían incendiar por culpa de la humedad.