miércoles, 7 de septiembre de 2011

14.- MIROS: EL VALLE DEL DESTIERRO

El Valle del Destierro, era tan fértil como el Valle de los Vientos, las montañas y los montes y el hecho de ser más reducido, hacía que no fuese tan castigado por el viento.
Miros y Ana, no encontraban una sola construcción en pie, las pocas que veían, eran débiles cabañas, que habían cedido con un simple empujón, apenas toldos de cuero, que no protegían ni de la lluvia.
Tardaron algún tiempo en encontrarse con gente, gente resignada que levantaba sus toscos chamizos, que no se quejaba, que se tomaba aquel desastre como si hubiese granizado. Acostumbrados a ello, volvían a su trabajo con resolución. Por los caminos de la montaña, descendía la gente que se había refugiado en los montes, en las cuevas y en otros refugios artificiales.
A su regreso, aquella gente, comprobaba que sus almacenes ocultos no habían sido descubiertos, Ana y Miros estaban sorprendidos, debajo de aquellos toscos chamizos, habían construido almacenes tan disimulados que era imposible descubrirlos, apenas habían sido descubiertos, y éstos, habían sido descubiertos porque ellos habían querido engañar así a los invasores. Aquella gente, se había adaptado a las continuas invasiones protegiendo su vida en las montañas y los montes y sus víveres y enseres en almacenes ocultos.
Cuando la gente se percató de la presencia de Ana y Miros, se alarmó pensando que eran espías de los invasores, y que habían descubierto su engaño, del cual dependían sus vidas. Más rápido de lo esperado, dos mujeres armadas, se enfrentaron a ellos, y Miros las desarmó sin hacer daño, con más trabajo de lo esperado, pues luchaban bastante bien.
-¡No somos invasores!, ¡somos amigos! -gritaba Ana-.
- Nadie es amigo nuestro -contestaron-, estamos aquí desterrados, indefensos, sin que nadie nos proteja, sin que nadie nos ayude.
-Nosotros lo haremos -dijo Miros-.
-¿Vosotros dos?
-Y nuestro ejército.
-¿Quiénes sois vosotros para tener un ejército?
-Luchamos en nombre de Orey para restituirla en el trono, no solo para hacer justicia en el Valle de las “Águilas”, sino en todo el Gran Valle, luchamos con lo que tenemos -contestó Miros a la multitud que se acercaba-.
-Vosotros no podéis tener mucho, sabemos que las “águilas” ahora son gobernadas por Edeca, que Orey está huida, y que no puede tener gran cosa, puesto que el ejército de las “águilas”, no está a su lado. ¿Qué tenéis vosotros? Nada. Nada que nos afecte.
-Tenemos a Eusina, tenemos un pequeño ejército en formación aportado por la gente de Vallecillo, tenemos algunos hombres que vienen de las montañas, de las cuevas, capitaneados por el gigante “Queñín”, tenemos además ayuda que ha venido del otro lado de las montañas, mercenarios expertos, y tenemos la ventaja de haber aniquilado a su avanzadilla, la avanzadilla que destrozó todo esto, la hemos vencido a la entrada de Vallecillo.
-Me sorprende lo que dices, de todas formas, salvo que luchéis unidos a las “águilas”, no venceréis a los invasores.
-Aunque no les venzamos, lucharemos de todas formas -dijo Miros-.
-Eso es lo que yo pienso -gritó un joven, poco más que un niño-.
-Tu eres un niño todavía -le reprochó una mujer de aspecto temible, armada de una gran espada-, estos dos quieren embaucarnos con una idea imposible de realizar, ellos no se lo que tienen que perder, pero yo, mocoso, ya he perdido a tu hermano y a tu padre porque creían que vencerían a los enemigos, y tan solo duraron una noche, no significaron nada para el invasor, al que no sirvieron ni de entretenimiento. Y yo, he perdido todo, y ahora quieres que te pierda a ti.
-¿Cómo sucedió? -preguntó Miros-.
-Unos pocos hombres y mujeres, intentaron luchar contra las invasiones continuas, formaron grupos aquí y allá, sin estar sincronizados, sin saber unos de otros, y atacaban donde querían, ignorando toda precaución, sin idea de tácticas, solo con su valentía. Luchaban muy bien, pero su desorden les hacía más inofensivos que una mosca.
-Y, ¿si hubieran estado unidos? Sus posibilidades se habrían incrementado -se interesó Miros-.
-¡No!, el resultado hubiese sido el mismo, siempre hemos perdido, nadie nos ayuda, ellos entran, saquean, roban, matan si nos cogen, y nadie se preocupa. Tú, pareces extranjero, por eso no sabes quiénes somos. Somos la escoria, los olvidados, los presos, el escudo humano del Gran Valle. Al principio, fueron desterrados aquí ladrones, asesinos, personas que estorbaban los planes de las “águilas”, enemigos políticos, familiares ingratos, o simplemente gente que no acepta su forma de gobernar. Pero ahora, a parte de toda esa gente aquí viven sus descendientes, jóvenes que sufren el destierro injustamente, son inocentes, pero morirán si abandonan el valle.
-Yo lucharé para que eso termine -dijo Miros-, no voy a pediros que me acompañéis, lo haré con lo que tengo, necesito información, saber por dónde anda el enemigo, por dónde se ha ido, por dónde ha llegado, todo lo que pueda.
-Tu no nos pides ayuda, pero los jóvenes están deseando entrar en acción, nadie les podrá impedir acompañarte, la tentación de salir del valle maldito, de luchar contra los odiados invasores que han matado a sus hermanos, de hacer algo, es muy fuerte -dijo aquella mujer-. Y en caso de que mi hijo, se una a vosotros, ten por seguro de que no le dejaré ir solo. Todavía lucho mejor que el, no obstante he sido “águila”, y como yo, otras muchas están aquí, sabemos luchar, y te puedo decir, extranjero, que estamos orgullosas de haber enseñado a nuestros hijos igual que a nuestras hijas, sin discriminarlos por ser varones, todos luchan por igual, y todos luchan bien.
-¿Cuántos sois? -preguntó Miros-.
Se miraron unos a otros, no sabían cuantos eran, estaban diseminados por aquel valle, ajenos unos a otros.
-Volveremos con nuestra gente -dijo MIros-, vendremos otra vez aquí, para que veáis lo que tenemos. Mientras hacemos el camino, os pediría que reunieséis aquí a todos los habitantes del Valle del Destierro, todos los que sea posible, aquí, dentro de cinco días llegaremos, e intentaremos ver lo que tenemos, si no es suficiente para atacar, ya lo veremos.
-Está bien, mandaremos mensajes en todas direcciones, haremos que se corra la voz.
Sin esperar orden alguna, un grupo de adolescentes, salió corriendo. En aquel lugar, no parecía haber ninguna autoridad, y su propia anarquía era su punto débil.
Mientras Miros y Ana, regresaban al campamento, informaban de los sucedido, y regresaban con todo el ejército, en el Valle del Destierro, las noticias de una reunión cerca del límite con el Valle de los Vientos, corrió como la pólvora, en pocos días, la gente empezó a acudir. En un principio, parecían conocerse todos, pero no se dieron cuenta de la gran cantidad de habitantes que tenía el Valle del Destierro, hasta que al quinto día, cuando todos estaban reunidos, la masa de gente, desbordaba aquel lugar, y era prácticamente ingobernable, nadie se hacía cargo de organizar aquello.
Cuando Miros y compañía, llegaron a aquel lugar, se quedaron estupefactos, la cantidad de gente era enorme, sin duda aquel valle era más importante que ninguno. Pero no eran conscientes de su poder, y el desorden les impedía unirse.
Al ver semejante desastre, Orey se horrorizó, luego, empezó a pensar en como organizar a tanta gente, y finalmente, estaba ansiosa, como si fuese un niño con una gran tarta para el solo.
La llegada del ejército de Miros, la imponente estatura de “Queñín”, la rapidísima toma de posiciones de los jóvenes de Vallecillo en todas direcciones, la precisión de los movimientos de los mercenarios de Klasnic, la fama que precedía a Eusina entre aquella gente, todo eso les impresionaba, pero cuando Orey se subió a un montículo, se hizo un silencio total. Se irguió allí subida, todos la miraban, su belleza era cegadora, era majestuosa, la brisa jugaba con su melena, y su sonrisa estaba venciendo. De repente, comenzó a hablar, aquella gente esperaba un discurso, el discurso de una reina, razones para unirse a su ejército, pero es que Orey, estaba pensando en aquel desastre de gente.
-Escuchadme -dijo-, quiero veinte personas fuertes que acompañen a uno de los nuestros a por provisiones, antes de eso, quiero otras veinte, que vayan trescientos metros al sur, y caben unas letrinas, otras veinte, que se dediquen a contar a todos los demás, que iréis agrupándoos en grupos de veinte, necesito que hagáis caso a mi gente, durante todo este día, vamos a organizar esto. Deseo que esta noche, cada uno de vosotros tenga un lugar fijo en este lugar, que se sepa cuántos somos, que habilidades poseemos, quién sabe luchar, quién quiere estar aquí, y cuántos se van, quién necesita ayuda, y para qué.
Y así siguió, dando órdenes sin parar. Se bajó de aquel montículo, y se dirigió de un lugar a otro, formó un enorme campamento, repartió a todos los hombres según sus habilidades, y el trabajo se realizaba cada vez con mayor precisión. Aclaraba dudas, escuchaba a todos, trabajaba más que nadie.
Klasnic, estaba asombrado de las excelentes cualidades que tenía aquella gente para luchar, solo necesitaban un líder.
Ana se camufló de nuevo, y se enteró de que eran aceptados de buena gana, y de que la mayoría de la gente, estaba contenta don los nuevos acontecimientos, aparte de la admiración que estaba levantando Orey.
Miros y Eusina, se encargaron de las guardias, y se alegraron de la obediencia ciega de aquella gente.
Durante unos pocos días, se fue normalizando el lugar, era una enorme cantidad de gente. Una parte de la gente, se fue a sus lugares de siempre, con la encomienda de reconstruir lo destruido con mejores resultados. Se esperaba de ellos, que las nuevas viviendas, fueran más resistentes. Otra parte, se fue a la ribera, una vez conscientes de su número, perdieron el miedo, estaban decididos a vigilar que nadie cruzase el río.
cuando se levantó el campamento para dirigirse hacia el sur, la cantidad de nuevos y buenos soldados, hacía que el nuevo ejército, fuese temible de verdad.
El enemigo, había cruzado el río por el sur, por su propio territorio. Esa posibilidad, hacía que tuviesen gran ventaja, puesto que ellos podían cruzar el río Nospe por aguas tranquilas, ya que el río Nospe, salvaba un gran desnivel al sur del Gran Valle que hacía que los últimos kilómetros de su recorrido antes de abandonarle, fuesen de aguas rápidas y poco profundas, difíciles de atravesar. Ellos, mientras tanto, cruzaban tranquilos por su propio territorio, y se encaminaban por el lado oeste del río de nuevo hacia el Gran Valle.
Una vez que Miros se enteró de esto, se decidió a ir por el mismo sitio. Ahora tenía un gran ejército, y no tenía miedo de internarse en territorio enemigo. La idea inicial, era enfrentarse rápidamente a los invasores antes de que hiciesen más daño, pero Klasnic, le disuadió, se enfrentaban a un enemigo muy poderoso, y bien pertrechado para la guerra, lo mejor era ir detrás de ellos, y atacar después de que se hubiesen enfrentado con las “águilas”, en ese momento, serían más débiles, para ello, tendrían que ir recogiendo los muertos y heridos que dejasen a su paso, pero por el bien futuro, era mejor vencerles para siempre.

1 comentario:

Mercedes Vendramini dijo...

Gracias Rubén por el nuevo capítulo! yo sigo, no me abandones!!