martes, 30 de agosto de 2011

13.- MIROS: LOS MERCENARIOS

Cuando Klasnic llegó a la casa de Sara y Andrea, el muchacho que les guiaría hasta el lugar donde se encontrase Ana, había partido con otros guerreros, Klasnic sabía que se trataba de “Queñín”, y no acertaba a comprender de dónde provenía ese nombre tan extraño. El caso es que se dispuso a esperar a su guía, que por lo visto no tardaría en regresar.
Cuando el muchacho regresó, y le comunicaron que tendría que regresar de nuevo, el cansancio se reflejó en su rostro.
-No te preocupes -le tranquilizó Klasnic-. Primero descansa un par de días, de paso que tú descansas, mi gente, terminará de construir algunos almacenes y otras construcciones que necesitaba este lugar, sin duda en dos días se terminará la mayor parte.
De hecho, en los días en que los mercenarios acamparon en el Valle de los Pájaros, el círculo de protección de aquel lugar, se estaba completando con disimuladas barreras, con trampas y otras estrategias. Además, con la continua actividad que suponía recibir allí continuos huéspedes, se había hecho necesaria la construcción de otras casas, y almacenes. La colaboración inmediata de los mercenarios, contribuyó a que las obras se aceleraran, de modo que pasados los dos días de descanso del guía, éstas, estaban prácticamente terminadas.
Klasnic seguía al muchacho, que repetía por enésima vez el recorrido a través del bosque y luego a través del pantano. Cuando el bosque dio paso al pantano, parecía imposible que las doscientas personas que le seguían, pasaran por allí sin que sucediera algún percance, pero la seguridad que mostraba el muchacho, les dio confianza, y finalmente aparecieron en un pequeño valle. A su derecha, el río, un gran río en aquel lugar, apenas se divisaba la otra orilla. A su izquierda, a un par de kilómetros, las montañas hacían un ángulo agudo, se veían casas a lo lejos, desde allí, parecían estar construidas en lo alto, seguramente era una ilusión óptica, pensaba Klasnic. Al frente, a tres o cuatro kilómentros, se veía niebla o humo.
Una vez fuera de los pantanos, el muchacho, pidió permiso para ir a su casa, ya tenía ganas de pasar una temporada con su familia.
-Claro que puedes ir, te mereces un buen descanso, tu trabajo, será conocido por todos, ha sido mucho más importante de lo que ahora crees.
-Gracias, para mi ha sido un honor. Aunque parezca que estoy cansado, os he guiado con orgullo, ha sido una satisfacción ser una pieza clave.
-No lo dudes. Una cosa más. ¿Dónde se encuentra el campamento al que debemos ir?
-No lo sé, quizá todavía se encuentren en el pueblo.
-Entonces iremos contigo.
De nuevo caminaron tras el muchacho, pero éste pronto les perdió, una vez que no era necesaria su presencia, no pudo evitar dar rienda suelta a su vitalidad y a su naturaleza, y avanzaba como siempre, saltando y avanzando a una velocidad que estaba despertando admiración en los mercenarios, y eso, no era nada fácil. Los mercenarios en su ir y venir habían visto de todo. De todo menos aquella manera de desplazarse.
Cuando llegaron al pie de las casas, se quedaron de piedra, aquellas construcciones, eran algo extraordinario, verdaderas obras de arquitectura, pero aunque parecían inexpugnables, Klasnic conocía alguna manera de vencer esa altura, aquellos hombres se creían a salvo, pero , si Klasnic estaba en lo cierto, y sus enemigos eran los mismos que al este de las montañas, les vencerían si se lo proponían, bastaba con esperar allí abajo, era maravilloso ver como se abastecían de agua, pero no podían almacenar mucho alimento allí arriba, además, en caso de bajar, rodearles era demasiado fácil, estaban acorralados, no les salvaban sus casas en las alturas, aunque lo creyeran así, les salvaba que eran poca cosa, demasiado poca cosa como para que un ejército se tomase la molestia de asediarles.
Al enterarse de que la lucha había comenzado, y de que estaban acampados en el siguiente valle, no se detuvo, y se encaminó en busca de su destino, ansiaba encontrarse con Ana.
La mayoría de los mercenarios, se volvía para ver de nuevo aquellas casas colgadas en lo alto, daban ganas de frotarse los ojos, herreros y carpinteros quedaron maravillados.
Los guerreros recogieron algunas armas que podrían necesitar al pasar por el lugar donde se había desarrollado la lucha. A todos les sorprendió que se hubiese hecho una pira funeraria con los enemigos, y al pasar por allí, pensaban que era tiempo perdido, acostumbrados como estaban a no tener tiempo para eso.
La ceniza marcaba el lugar donde había estado la empalizada. Klasnic se detuvo, Vallecillo, era muy pequeño, antes de dejarle atrás, se propuso explorarle. Klasnic, también usaba corredores de campo, dio las órdenes oportunas, y varios hombres, incluido el mismo, exploraron todo Vallecillo. Klasnic recorrió un par de veces los quinientos metros que había ocupado la empalizada, se hizo una idea del plan principal, pero se dio cuenta de su fracaso, ese fallo, les habría costado varias vidas. Tenía claro que si Miros y Eusina habían actuado así, era porque sus soldados no estaban del todo preparados.
Continuó su viaje hasta el campamento, envió un hombre para avisar de su llegada, pero a los pocos minutos de enviarle, el hombre regresó.
-Ya saben que llegamos, Klasnic, un joven ha aparecido no se ni de dónde y se ha ofrecido para llevar él el mensaje, aunque me ha adevertido que ni Ana, ni los otros líderes están presentes, puesto que se encuentran vigilando la margen del río.
-Está bien, adelántate de todas formas, y busca un lugar para acampar, ya sabes, ni muy cerca ni muy lejos, como siempre.
Cuando llegó al campamento, vio que el mejor sitio ya estaba ocupado, y no quedaba ningún buen sitio para acampar, era de las pocas veces que el campamenteo al que llegaba, estaba tan bien ubicado, no paraban de sorprenderle. No sabía que hacer, y no se atrevía a acercarse demasiado, muchas veces la cercanía de sus hombres, había puesto demasiado nervioso al campamento principal. Finalmente, decidió detenerse a unos doscientos metros, y sin montar tiendas ni nada, se dispuso a preparar la comida, toda su gente permaneció agrupada en torno a ese lugar, salvo la guardia que dispuso en el perímetro.
Llevaban una hora allí, la comida estaba a punto, en unos minutos se serviría. En ese momento, una mujer se acercaba, venía muy tranquila, y sin miedo, cuando llegó junto a él, preguntó:
-¿Eres Klasnic?
-Si, yo soy Klasnic.
-Yo soy Orey, me alegro de vuestra llegada… Bueno, eso cuando lleguéis, porque no se si te has dado cuenta, pero te faltan unos cuantos metros para llegar.
-No sabía dónde acampar, y me pareció un buen lugar.
-Necesito saber cuántos sois, para preparar la comida necesaria -dijo Orey ignorando su alusión al tema de acampar-.
-Lo siento Orey, no sabía que comeríamos con vosotros, nuestra comida ya está preparada, no queríamos molestar.
-Entonces tengo que irme, me necesitan en el campamento, te mandaré a Miros y a Eusina en cuanto lleguen. Ana tardará un poco más, se ha rezagado en el río.
Cuando Orey se retiraba, Klasnic se preguntaba si esa Orey, era la misma que Sara y Andrea le habían dicho que sería la reina. Sin duda tenía el porte necesario, una belleza que nunca antes había visto, caminaba con gracia, y sobre todo se la veía tranquila. Pero le desconcertaba el hecho de que se presentase ante él como si fuese la cocinera, como si hasta el último sastre fuese su igual. Mientras la observaba irse, vio que se cruzó con dos personas que venían hacia ellos, por las decripciones que le habían dado, y por las dos espadas cruzadas a sus espaldas, dedujo que se trataba de Miros y Eusina.
Al llegar, saludaron con afecto. Eusina, le dejó helado, tenía los mismos rasgos de sus enemigos, pero a la vez era diferente, las historias que había oído de ella, eran extraordinarias.
-Deberías haber acampado en el campamento principal, queda sitio de sobra para toda tu gente al lado de nuestras tiendas, hacia lo alto de la ladera.
-Esperaba vuestra llegada para confirmar el lugar de acampada.
-El lugar de acampada no necesita confirmarse, Klasnic, no tengas ninguna duda de que es un buen lugar, Eusina y Orey, debaten el lugar, y lo eligen teniendo en cuenta la posición de defensa y el abastecimiento -dijo Miros-.
-No eran esas mis dudas, ya veo que es el mejor lugar.
-¿Qué es lo que dudas entonces? -preguntó Eusina-.
-Veréis, normalmente, no es bien aceptada nuestra presencia en los campamentos principales.
-Parece que tenemos mucho de qué hablar -dijo Miros-, de modo que comeremos con vosotros, si no os importa claro, y luego, tenéis toda la tarde para acampar en el lugar que os indicamos.
Klasnic, estaba gratamente sorprendido, era algo extraño que aceptasen su presencia entre los suyos, pero el hecho de que quisieran compartir su comida era algo poco menos que un milagro. Mientras comían, quedó sorprendido, consultaban con el todas las estrategias, incluso le insinuaron que le ayudarían a acampar, puesto que los demás ya estaban acampados. También le comentaron que estaría bien que sus cocineros consultasen con Orey todo lo referente a las provisiones, para estar coordinados.
La comida transcurría entre conversaciones serias y conversaciones nostálgicas. Sobre todo cuando Ana se unió a la comida, después de ser levantada y estrujada en un fuerte abrazo de Klasnic. Con ella venía “Queñín”, que era admirado por todo mercenario que le veía. Ana, mostró tal alegría, que Klasnic empezó a sentir que , por primera vez desde que se hiciera mercenario, se le aceptaba como uno más. Pronto se dio cuenta de que Ana, era muy importante en el organigrama de aquel campamento, y de que tenía una relación con Miros. A pesar de todo, era Eusina quien más le llamaba la atención, solo hablaba sobre tácticas de guerra, sobre lo preocupada que estaba por el tema de que hasta ahora, no tenían verdaderos soldados. Eusina, le parecía diferente, con los rasgos del enemigo, enfrentada a la gente con la que creció, al igual que Orey.
Klasnic no podía evitar que toda su gente se agolpase alrededor de ellos, ansiosos como estaban por saber en que empresa se habían metido. Lo único que tenían claro, es que no cobrarían.
Con el paso de los días, el campamento funcionaba como si todos sus integrantes fueran una familia, y no se distinguían los mercenarios de los demás. Era una situación nueva, con la que los mercenarios disfrutaban, no solo no eran discriminados, sino que además eran admirados, respetados, y eran continuamente consultados para todo tipo de tareas, como si de maestros se tratasen, tanto fue así, que pronto olvidaron que no cobrarían.
Pero si alguien les hizo olvidar que no cobrarían, fue Orey, porque ella, les hablaba como si fuesen sus hermanos, porque siempre, siempre era positiva, comprensiva, y sin dejar de ser la reina por la que todos querían luchar, se convertía rápidamente en un ser querido y apreciado por todos.
La llegada de Klasnic y su gente al campamento, hizo que todo lo referente a la vigilancia mejorara. Los mercenarios eran verdaderos expertos en el arte de luchar, y cada uno de ellos se hizo cargo de la formación de los nóveles e inexpertos soldados de los que disponían Miros y Eusina hasta ese momento. Conjuntamente hacían las guardias, cocinaban, entrenaban, exploraban, etc…
Cuando se pusieron en marcha, avanzaban a unos kilómetros de la orilla del río, con eso evitaban que se les viese desde el otro lado, no obstante, algunos jóvenes, avanzaban por la montaña, de esa manera estaban al tanto de todo lo que sabían y averiguaban los habitantes de las montañas, y cuando se acercaban al Valle del Destierro, se envió una avanzadilla para ver lo que sucedía.
Klasnic, estaba maravillado con la forma de avanzar por el terreno de los jóvenes de Vallecillo, y pronto se había dado cuenta de que se les podía sacar un gran provecho, a los chicos les encantaba, siempre iban en parejas, iban y venían de un lugar a otro, se intercambiaban la ribera y la montaña, y se ganaban la simpatía de la gente, hacían los trayectos en la mitad de tiempo que cualquier otra persona, a veces bajaban desde la montaña para traer noticias sin importancia, parecían como si hubiesen estado presos en Vallecillo, y aquellas grandes llanuras y bosques del Valle de los Vientos, les hubiesen traído la libertad.
Miros y Eusina habían concedido a Klasnic el mando, y ellos, junto a “Queñín” y Ana, no paraban de entrenar con los jóvenes, e incluso se encargaban ellos mismos de ser los avanzados.
Llegaron cerca de los montes que separaban el Valle de los Vientos del Valle del Destierro. No tardaron en enterarse de que este último ya había sido saqueado, y de que llegaban demasiado tarde para la gente que hubiese allí. Esa gente ya estaba acostumbrada a los saqueos, y se ocultaba con eficacia, evitando muertes y otras cosas, pero aun así, Miros no podía dejar de lamentarse.
Miros y Ana, se pusieron de nuevo en marcha para adentrarse en solitario en el Valle del Destierro por delante de su ejército, ya que no querían asustar a la gente con la presencia de un ejército que desconocían.

2 comentarios:

Mercedes Vendramini dijo...

Qué bueno encontrar el nuevo capítulo!! sigo muy entusiasmada con esta historia. Tienes mucha imaginación y tu trabajo aquí es impecable.

Ruben dijo...

Gracias Mercedes, no tengo tiempo de nada, espero normalizarme un poquito y seguir todos los blog y actualizar el mio.