viernes, 12 de agosto de 2011

MIROS: 12.- A LA GUERRA

Cuando llegaron a Vallecillo, “Luna”, les recibió como si regresaran de la muerte, corría y saltaba a su alrededor. Eusina, sonreía, aunque un deje de alivio se asomaba a su rostro. Orey, les abrazaba y no paraba de preguntarles acerca de su viaje.
Anochecía cuando llegaron, y a pesar de la expectación que levantó su llegada, los habitantes del valle, se iban retirando a sus casas en lo alto. Pronto se quedaron a solas con Eusina y Orey, cenaron rodeados de caras alegres, y aunque estaban a cielo abierto, rodeando una pequeña fogata, la sensación de familiaridad, les hacía sentirse como en casa, parecían una familia.
Orey no se dio cuenta, pero Eusina, se percató de que la relación entre Miros y Ana, había cambiado. Ellos, les contaron los pormenores de su viaje, y no les ocultaron que vivían una historia de amor como si fuesen unos adolescentes.
Tanto Orey, como Eusina, se alegraron, Orey, porque se alegraba de todo lo bueno que sucedía a su alrededor, Eusina, porque, sabedora de las tragedias amorosas de sus amigos, esperaba que la vida les diese otra oportunidad, puesto que Miros y Ana, eran personas nacidas para ser correspondidos. Eusina sentía una envidia sana, ya que ella, solo tenía relaciones esporádicas, más como necesidad biológica que como necesidad amorosa, afectiva o social.
El poblado de vallecillo, estaba cambiado, tenía vigilancia continuamente, los soldados del ejército que había formado Eusina, permanecían juntos, y se había convertido en poco tiempo en un ejército esperanzador de cara a la batalla, aunque todavía, no se había puesto de acuerdo en cuanto a las tácticas por esperar por Miros.
Eusina, había hecho un trabajo excelente con los guerreros, les había convertido en buenos luchadores, cuando solo eran torpes anque voluntariosos, les había inculcado confianza, orden y disciplina. Miros estaba muy orgulloso de Eusina.
Orey, nada más conocer la inminente marcha hacia la guerra, se puso a organizar las provisiones.
-Orey -le comentó Miros-, quizás deberías dejar esto en manos de otra persona, recuerda, que esta guerra por la libertad, será en tu nombre, y que en caso de salir airosos, tu serás la reina, no es digno de una reina andar todo el día por ahí con bultos de un lado para otro.
-¡Anda Miros!, vete a descansar, y a preparar las tácticas con Eusina, que tengo mucho que hacer, yo no se luchar, tan solo lo poco que vosotros me habéis enseñado, así, lo que hago no es nada, debería hacer mucho más.
A los pocos días del regreso, uno de los habitantes de las montañas del Valle de los Vientos, llegó con un mensaje: “Los invasores, habían invadido de nuevo el Valle del Destierro. Era de esperar que se adentrasen en el resto del Gran Valle, porque habían enviado un buen contingente de tropas por la ribera del río Nospe hacia el norte, ya estaban a mitad del Valle de los Vientos, ya que venían por este lado, por la ribera de Vallecillo, donde ellos se encontraban”.
Sin duda, pretendían sorprender a las “águilas” desde este lado del río, mientras el grueso de su ejército, se enfrentaba a ellas cuerpo a cuerpo desde el sur, atravesando el Gran Valle por el otro lado del río. Tanto Miros como Eusina, se dieron cuenta de lo que pretendían. Esta vez, la amenaza era un plan ambicioso, que pretendía vencer a las “águilas” de una vez por todas y hacerse los dueños de todo el Gran Valle.
-¿Tienes algún plan? -peguntó Eusina-.
-Tengo un plan -dijo Miros-, esperaremos aquí a esa parte de su ejército que viene hacia nosotros, no se esperan resistencia, incluso, esperan descansar aquí, a costa de los habitantes de Vallecillo. Construiremos una pequeña defensa en la entrada de este valle.
-Recuerda que son casi quinientos metros.
-Lo se, pero no pretendo pararles, solo guiarles. A lo largo de estos quinientos metros, apilaremos troncos secos de la orilla del río, por debajo, dejaremos una cantidad suficiente de juncos secos del pantano, y les dejaremos una entrada en el medio de esa defensa.
-¿Qué te propones?, se reirán de nosotros.
-Me propongo dividirlos, procuraremos que esta pequeña empalizada parezca ridícula para que no sospechen, pero, a la vez, dejaremos zarzas y espinos por la parte de fuera, que aunque parezca ridícula, no sea traspasada cómodamente. Se reirán, pero buscarán la entrada que les hemos dejado.
-Si les vas a dejar entrar, ¿para qué construir una empalizada?.
-Porque cuando hayan traspasado la entrada la mitad de ellos, incendiaremos la empalizada, intentaremos dividirlos, les atacaremos desde dentro, y también desde fuera, ya que nosotros saldremos a esperarlos, les dejaremos llegar hasta la empalizada, mientras nosotros, aguardamos en las montañas del Valle de los Vientos, no se preocupan de ellas, en cuanto estén al pie de la empalizada y empiece a arder, atacaremos desde su retaguardia.
-Olvidas que vigilan su retaguardia, dejan rezagados para vigilar sus espaldas -dijo Eusina como conocedora de sus costumbres-.
-No contaba con eso, pero, igualmente, podemos bajar desde las montañas y meternos entre los rezagados y la vanguardia. A no ser que también lleven vigilados los flancos.
-Si que los llevan. Llevan corredores de campo que exploran todo su alrededor, pero de esos me encargo yo, los jóvenes de Vallecillo, con esa habilidad que han desarrollado para hacer que cualquier obstáculo sea como un simple escalón, podemos volverles locos, alejarles un poco más de lo que acostumbran, y emboscarles, será un poco peligroso si se acercan a uno de nuestros chicos, pero son tan rápidos que lo dudo.
-Bien, por este lado podemos vencer, mientras, los que queden dentro de Vallecillo, no podrán hacer nada mientras dure el fuego.
-He mandado un mensaje a “Queñín”, si llegase a tiempo, podríamos camuflarle en el pantano para que atacase sus espaldas cuando el fuego se apague.
-Eusina, una vez más estás en todo, no creo que perdamos teniéndote a tí.
-Eso es lo último que debes pensar, Miros, la primera vez que subestimes a este enemigo será la última, ni por un momento pienses que será tan fácil, son grandes guerreros.
Mientras construían la empalizada, vigilaban los movimientos del enemigo, a medida que se acercaba, Miros se iba dando cuenta de que aquellos guerreros, eran temibles, y que vencerles no sería nada fácil, no se quería ni imaginar como sería el grueso del ejército.
“Queñín” llegó con un pequeño contingente de soldados, no muchos, pero, poco a poco, unos con otros, estaban juntando un buen número. La ayuda de aquel gigante sería enorme en la lucha cuerpo a cuerpo.
No eran muchos los que se podían camuflar en el pantano, pero todo estaba pensado, si eran demasiados enemigos los que se quedaban en ese lado,esperarían, si eran pocos, atacarían.
A los pocos días, todo estaba preparado. “Queñín”, con un buen puñado de hombres, estaba camuflado en el pantano que el enemigo creía infranqueable. Miros y Eusina, estaban en las montañas al acecho, y la empalizada estaba lista para arder…
Tan preparada estaba la empalizada para arder, que el enemigo se adelantó a los planes de Miros e incendió la empalizada para quitársela de en medio. La ausencia de sus corredores de campo en los flancos, y que sus rezagados no llegaban, alertó a los enemigos.
cuando Miros vio el humo, se dispuso a atacar. Cuando el muchacho que había enviado a espiar los movimientos del enemigo regresó, la noticia de que ellos mismos habían incendiado la empalizada, le descompuso.
-Sin duda el habernos deshecho de sus corredores de campo y de su retaguardia les ha hecho sospechar, estarán esperando un ataque, se acabó el factor sorpresa -dijo Miros-.
-No importa - contestó Eusina-. Atacaremos igual, si les hacemos retroceder, les acorralaremos contra las llamas, debemos aprovechar el fuego mientras dure.
No esperaron más. El plan de eliminar a los corredores de campo había salido perfecto, los muchachos se habían mofado de aquellos guerreros como si fuesen niños. Aparecían por todas partes, se acercaban y se alejaban, se dejaban ver y corrían, hasta que el grupo de Eusina les eliminó. Con la retaguardia fue más fácil, una vez se interpusieron entre unos y otros enemigos, Miros fue deshaciéndose de todos ellos. Había sido fácil, pero les había perjudicado.
Miros estaba furioso, porque su plan había fracasado. Cuando llegaron a la altura del enemigo, estaba oscureciendo, los vigías dieron la voz de alarma, y el enemigo se desplegó en formación de batalla, se les veía convencidos de la victoria. En el primer envite, se dispararon algunas flechas, pero la oscuridad se apoderaba de todo más allá del resplandor de las llamas de la empalizada. Un primer encuentro cuerpo a cuerpo, dejó claro que el enemigo era superior en la batalla, apenas Eusina y Miros abrían hueco en sus filas, los demás se mantenían en su posición a duras penas, entonces Eusina dio la orden de ataque a sus arqueros. Las llamas hacían visibles a los enemigos, mientras ellos estaban a salvo en la oscuridad. Los arqueros hicieron grave mella, eran blancos fáciles, y cuando se quisieron dar cuenta, los enemigos eran muy inferiores en número, al ser atacados por dos o tres contrincantes, iban siendo vencidos poco a poco, eso, sin contar que Miros, y sobre todo Eusina, habían decantado la batalla casi por sí mismos. Nunca habían sido observados en la batalla, y nunca antes habían luchado juntos. Pero para quien lo vio, fue un momento mágico. Parecían danzar, vencían adversarios con tanta facilidad y rapidez que pronto se encontraron uno frente a otro sin nadie contra quien luchar.
Al amanecer, cuando el fuego se empezaba a consumir, se dieron cuenta de que al otro lado también había habido batalla, ya que algunos enemigos habían pasado finalmente al otro lado. “Queñín”, había vencido fácil, sin bajas, pero en el lado de Miros y Eusina, la lucha cuerpo a cuerpo, había dejado un montón de muertos, todos los enemigos estaban muertos o medio muertos, habían sido aniquilados, pero entre su propio ejército también había numerosas bajas mortales, la dureza de la guerra, comenzaba a reflejarse en aquellos rostros por primera vez.
A la euforia de la victoria, siguió la escena lúgubre de la incineración de sus enemigos, después de haber sido despojados de sus armas que les serían muy útiles. Luego, los lamentos por los seres perdidos dieron paso a una melancolía que comenzó a inquietar a Eusina.
Dejaron atrás Vallecillo, y acamparon su ejército a unos pocos kilómetros dentro del Valle de los Vientos, eligieron una loma desde la que podían vigilar el río. Orey, eligió el sitio además para evitar que las posibles lluvias los encharcaran demasiado, el abastecimiento de agua estaba cerca, y unas rocas en la ladera hacia el río, servían para cocinar evitando incendios en aquella llanura.
Los muertos habían sido enterrados, y los heridos, se habían quedado en Vallecillo.
Una vez que la gente se tranquilizó, Miros y Eusina, se dedicaron a salir todos los días con su ejército para entrenarle mejor, conscientes de que sus soldados, no estaban preparados para luchar contra un enemigo tan temible.

2 comentarios:

Mercedes Vendramini dijo...

Gracias Rubén por esta nueva entrega! yo continuaré llegando a este sitio de aventura y misterios!

Cariños!

Eduardo Fanegas de la Fuente dijo...

De vuelta de las vacaciones y ya puesto al día en la lectura, lo que me llevé me supo a poco menos mal que aquí me esperaba un nuevo capítulo. Ya me estoy imaginando las batallas en una película y todo :-)