lunes, 6 de junio de 2011

4.- MIROS: HACIA EL VALLE

Cuando Miros terminó de contar su historia, todos los allí presentes, ya le respetaban. Sobre todo porque, allí, no había nadie que pudiese igualar semejante aventura. A pesar de que la infancia de todos ellos, había pasado por peores tragos que los de Miros, éstos habían desembocado en un final menos trágico, o en una huida menos aparatosa. Pero claro, los que estaban en aquella montaña, eran supervivientes, otros, habían perecido en el intento de llegar a ella.

-         Miros,-dijo Gilés-, nos gustaría que te quedases con nosotros, sin duda, eres mejor maestro que yo, sobre todo en la batalla.

-         No puedo aceptar, Gilés. No sabría enseñar, nunca he sabido, he sido un buen aprendiz, pero nunca he sabido como enseñar a luchar, la mayoría de los movimientos, los hago sin darme cuenta.

-         Puedes quedarte con nosotros igualmente, aunque solo sea hasta que “Luna” pueda seguirte.

-         Estaba deseando que me ofrecieras esa oportunidad, Gilés, necesitaré una semana para curar a “Luna”. Además, quiero pasar unos días más con Nuño.



Los días de esa semana, pasaron plácidos para Miros, y “Luna” se recuperó muy bien. En cuanto a Nuño, lo sentía por él, pero allí, no había grandes maestros, si había sin embargo, buenos hombres, humildes por la fuerza. Pero no eran buenos luchadores, más bien eran toscos y lentos, eran fuertes, eso sí, pero apenas pudieron enseñar a Miros un par de trucos en el cuerpo a cuerpo.

El día antes de marchar, cuando se despidió de ellos, le dieron pena, porque sabía que nunca podrían desafiar a un guerrero medianamente preparado. Eso explicaba por qué, algunos de los fugados eligieron el valle en vez de las montañas a pesar de arriesgar su vida, buscaban una mejor preparación, para regresar a desafiar, solo que, casi nunca regresaban, porque la vida del resto del Gran Valle, sin duda era menos dura.

-         Gilés, antes de irme, quiero que sepas, que voy a hablar con Queñín, necesito que el me apoye cuando vaya a desafiar al resto de los jefes, por si fueran a unirse contra mí.

-         ¿Eso harás?, ¿convertirte en uno de ellos?.

-         No, el plan es derrotar a los cinco, y que vosotros continuéis una nueva vida, una vida diferente, con otro tipo de reglas, unas reglas más sociales, que no humillen a nadie, que no maten a nadie. Incluso se podría negociar un gobierno conjunto con Queñín y alguien de vosotros y de las mujeres.

-         Arriesgas tu vida, Miros, tienes buena intención, pero seguramente, morirás.

-         Ahora mismo, mi vida no me importa, ya no tengo nada, así, yo no arriesgo mucho. Eso si, Nuño, - dijo volviéndose al chico – necesito que dentro de dos semanas, lleves a todos a la cueva donde nos encontramos, desde allí, seguirás los acontecimientos, y si muero, regresáis aquí, y cuidaréis de mi perra. Si venzo, tendréis que haceros cargo de toda esa gente.

-         Cuenta conmigo,-dijo Nuño- .

-         Gilés, necesito saber algo más sobre el Gran Valle.

-         El Gran Valle, está compuesto por varios valles más pequeños, son muy diferentes entre sí, y también son muy diferentes las gentes que en ellos habitan, irás descubriéndolo tu mismo, porque yo no puedo decirte gran cosa. Por el medio del Gran Valle baja un río, el Nospe, de cada valle, recibe un afluente, unos más caudalosos que otros, en algunos sitios se desborda. El Nospe, corre hacia el sur, no tiene muchos desniveles, y normalmente corre suave, tan suave que en algunos tramos no se diferencia muy bien de la propia orilla, quiero decir, que ésta, no está muy definida, es más bien barro y pantano. En otros valles viven con el miedo constante de la invasión de feroces guerreros que vienen del sur o del este. Y en otro de los valles, hacia la mitad del Gran Valle, habitan los pueblos de “las águilas”, que son gobernados por las mujeres, tienen su líder, y los hombres viven casi todo el año, en los confines del valle, desterrados, solo admiten hombres cuando ellas lo desean. Son un pueblo, sin embargo, muy fuerte, y los mejores guerreros del Gran Valle, no son guerreros, sino guerreras.

-         Nunca había oído nada parecido, he visto luchar a mujeres, pero siempre ocultando que lo son.

-         Te advierto que son peligrosas.

-         Me voy.

-         Otra cosa, Miros, también  puedes tener algún problema con los lobos en esta parte de las montañas.

-         Tendré cuidado. Nuño, no olvides que espero verte dentro de dos semanas.

-         No lo olvidaré, estaré preparado, no me precipitaré, como me has dicho, y no veo el momento de ver a mi familia.



Miros, se despidió de todos,  y se fue con la perra, bajando por la ladera de la montaña. No sabía muy bien qué camino tomar, pero tarde o temprano encontraría las cuevas. Como la primera que tendría que encontrar era la de Queñín, iría rodeando por la montaña, bajaría al valle, y volvería de nuevo hacia la montaña, parecía sencillo, y no comprendía, por qué, no era eso lo que habían hecho los fugados, en vez de arriesgarse a cruzar el territorio de las cuevas.

Pronto se dio cuenta de que el terreno era muy abrupto, de que efectivamente, los lobos estaban cerca, y de que los fugados, no tenían mucho valor para arriesgar la vida después de obtener la libertad tan recientemente.

Por un momento, cuando empezó a declinar el día, tuvo miedo de que los lobos le atacasen, “Luna” no paraba de gruñir, si le hubiesen seguido todos sus perros, serían los lobos los que huirían. En cuanto la oscuridad se hizo dueña de las noche, los lobos se oían más cerca, Miros calculó que serían cinco. Desde siempre se había topado con ellos, siempre subido a un árbol con un pequeño arco se había burlado de ellos, incluso había matado alguno, pero por allí, no había árboles, solo maleza y zarzas, eso sin contar de que no podría salvar a la perra si se subía a un árbol.

Se empezó a inquietar de verdad, y unos animales de los que nunca había tenido miedo, estaban a punto de atacarle, sin duda, estaba en un aprieto. De repente, se cayó, se clavó zarzas en los antebrazos, y estos sangraban, en cuanto el olor de la sangre llegase a los lobos, estaría perdido. Asustado, comenzó a dar mandobles a ciegas con su espada, pero ésta tropezaba continuamente con las zarzas, unas zarzas enormes, gruesas, con unas espinas enormes. Entonces se le ocurrió. Fue haciéndose sitio con la espada, dejando tras de sí, una especie de túnel de zarzas enmarañadas e infranqueables, luego, iba tirando tras de sí las que cortaba. Oía los lamentos de los lobos. Cuando la luna comenzó a iluminar tenuemente la escena, se dio cuenta de que los lobos insistían sin poder franquear las zarzas por ningún lado, y cuando alguno lograba meter la cabeza cerca, “Luna”, le mordía sin compasión, uno a uno podría con cualquiera de ellos, Miros siempre había sospechado además que “Luna” descendía por una parte de un lobo.

La noche fue una batalla encarnizada. Los lobos, no desistían, y cada vez que uno estaba cerca de lograrlo, entre la espada y la perra le hacían retroceder. En un momento dado, uno de los lobos no pudo retroceder atascado entre las zarzas, y Miros le mató con la espada, “Luna” no soltaba su cabeza. A medida que se iba haciendo de día, Miros se fue animando, porque con luz ya se iba el a encargar de los animales.



         Con el alba, Miros pudo comprobar, que todavía quedaban cinco lobos, se había equivocado, había uno más de los que pensaba, de todas formas, agotado como estaba, decidió salir de entre las zarzas. A la luz del día, Miros sabía como atacar a estos animales, cuando salió, no pilló desprevenidos a los lobos, pero de todas formas mató a dos en un abrir y cerrar de ojos, quedaban tres, uno, muy ocupado con “Luna”, y los otros dos, indecisos, porque ya no tenían tanta ventaja, sin tres de sus compañeros, y sin oscuridad, pagaron su indecisión con la vida, porque Miros, clavó su espada en el más cercano, introduciéndosela por la boca, la sacó rápidamente, y la lanzó contra el otro atravesando su corazón. El contrincante de “Luna”, viendo la situación huyó de allí.

          Después del encuentro con las fieras, Miros, decidió alejarse de esos parajes cuanto antes, a pesar del cansancio que sentía. No quería pasar otra noche como aquella, sobre todo, porque el resultado podría ser otro.

         Siguió bajando por la ladera, y al mediodía, podía distinguir la que creía, era la cueva de Queñín. Estaba cerca, necesitaba descansar, pero, no se sentía muy seguro tan cerca de una de las cuevas, si se había equivocado, y no era la de Queñín, podría acabar preso o muerto mientras descansaba, así que se alejó un par de kilómetros por el valle abajo, y buscó un lugar cómodo en el que descansar.



         No supo cuanto tiempo durmió, posiblemente el resto del día y toda la noche. No estaba la perra a su lado, pero eso no le preocupaba, sabía cuidarse sola, seguro que no estaba lejos. No estaba muy confiado cuando se había dormido, se temía un nuevo ataque de animales, pero éste no se había producido, o al menos eso pensaba.

         Decidió acercarse a un arroyo para lavarse la cara y las manos, bebió un poco de agua. Luego cuando se dirigía hacia el lugar donde había dormido, oyó voces cerca de allí. Fue en esa dirección.

-         Fuera de aquí, chucho, fuera...-se oyó gritar.

-         Mátalo, mátalo y se terminó el problema, muerto el perro se acabó la rabia.-dijo otro.

En ese momento, Miros irrumpió en el claro, dos hombres, se enfrentaban a “luna”, ésta, protegía un cuerpo que yacía inerte en el suelo. Miros se temió que “Luna” podía haber matado a alguien y lo protegiese como si de comida se tratase. Entonces, no podría negar a esos hombres la venganza.

-         ¿Qué es lo que pasa aquí? –preguntó Miros-.

-         Este perro, que no nos deja acercarnos a la muchacha.

-         Y es nuestra, nosotros la hemos encontrado primero.



Miros miraba desconcertado, en el suelo, no muerta, sino inconsciente, seguramente por agotamiento, se encontraba una muchacha joven de poco más de veinte años, la perra, por alguna extraña explicación, protegía a la chica. Miros, se fió del instinto del animal, se puso a su lado.

-         ¿Qué es lo que queréis de ella?.-preguntó.

-         Pues que vamos a querer, la recompensa de las “águilas”.

-         No se de qué estás hablando, pero no dejaré que os llevéis a esta mujer, mi perra no se fía de vuestras intenciones, y yo tampoco.

-         No creo que puedas impedirlo, tu lo que quieres es la recompensa para tí.

-         Yo no sé nada de recompensas, y si no os vais, os echaré de aquí.

-         Veo que no sabes realmente quién es esa mujer, parece que ni siquiera sabes quienes son las “águilas”, porque no has mostrado temor al oír su nombre, no sabes con quién te enfrentas, si osas tocar un pelo de esa mujer, Eusina te matará.

-         Tampoco se quién es Eusina, y no la temo, porque yo jamás tocaría un pelo a una mujer sin su permiso, y a ésta, por lo que veo, ni con su permiso, está totalmente rapada, como si fuese calva.

-         Ya veo que tendremos que quitártela por la fuerza.



Dicho esto, desenvainaron sus espadas y llamaron a voces a otros compañeros que debían estar cerca. La lucha, era desigual, Miros, no quería llegar a este mundo matando gente, y se limitaba a jugar con ellos, a humillarles, sin hacerles daño, era muy superior a ellos aunque fuesen dos. “Luna”, sin embargo, no luchaba, no se separaba de aquella mujer. Miros no podía saberlo, nunca lo sabría, pero cuando “Luna” encontró a la mujer, mientras la olisqueaba, ésta abrió los ojos, y acarició con ternura el hocico de “Luna”, la perra, solo había recibido caricias de Miros, y enseguida, relacionó la caricia, con su relación con él. Caricia era igual a cariño, la mujer para “Luna”, era igual que Miros, por eso la defendía. La perra era consciente de la indefensión en que se encontraba la mujer, y no se separaba de ella.

Mientras tanto, Miros había desarmado y quitado el arma a uno de sus adversarios, y se reía de ellos. Varias veces se detuvo y les ofreció tregua si se iban de allí, pero ellos contestaban llamando a gritos a sus compañeros que no terminaban de llegar.

Pero llegaron, y llegaron otro ocho, demasiados quizás para Miros, se giró con intención de irse, no quería arriesgar la vida por alguien a quien ni siquiera conocía. Pero a pesar del amago de irse, “Luna" no se movió de su sitio. Esto le extrañó, pero “Luna”, era lo más parecido que tenía a una familia, y si ella no le había abandonado al cruzar por dentro de las montañas, él no la abandonaría ahora. Se dio la vuelta, quién sabe, pensó, a lo mejor entre la perra y yo, podemos con estos ocho. Pero no lo creía, estaban rodeados, y la perra no se separaba de la mujer, estaba perdido.

No había comenzado a intercambiar un solo golpe cuando una mujer apareció de la nada. Era una mujer atlética, llevaba dos espadas cruzadas a su espalda y además llevaba un puñal y un arco, sin duda era una guerrera, era muy morena de piel, y su pelo era negro, no se parecía en nada a la mujer del suelo, no era más alta que Miros, pesaría algo menos, pero la seguridad con que entró en el círculo que formaban los hombres, hizo que Miros la respetase.

-         Marchaos, fuera de aquí, yo me ocupo de ella.

-         Queremos la recompensa.-dijo uno de ellos.

-         Tonto, no ves quién es, es Eusina.

Al oír ese nombre, los hombres bajaron sus armas asustados, y salieron de allí como alma que lleva el diablo. Pero Miros no, Miros, no tenía ni idea de quién era esa mujer. Ella le miró, y se fue directa hacia la otra mujer. Pero “Luna”, se plantó. Entonces, Eusina, sacó su arco para matar a la perra, Miros se asustó.

-         No la mates, por favor, solo quiere protegerla.-dijo Miros-.

-         ¿Por qué?

-         No lo sé, es una perra de guerra, no entiendo por qué no la atacado, y mucho menos entiendo que la proteja. Pero te pido que no la mates, si lo intentas tendré que defenderla. Es la única familia que tengo.

-         ¿Quieres pelear conmigo?, entonces, es verdad que no sabes quién soy.

-         Parece que estabas escuchando.

-         Haz que la perra se aparte. -Desenvainó su espada-

Miros, también desenvainó, y comenzaron a luchar. Miros hacía años que no tenía un contrincante tan bueno, bastaron unos minutos, para saber que no era rival para ella, a pesar de lo rápido y hábil que había sido siempre, ella lo era más, no se asustó, pero pronto, la lucha solo era atacar Eusina y defender Miros, estaba más que perdido, nunca, ni en las batallas, ni en ningún otro lugar había visto a nadie luchar así. En ningún momento pudo poner a Eusina en apuros, el sin embargo...



-         Vale, Eusina, está claro que me matarás antes de dos minutos, déjame vivir, lograré apartar a la perra de la mujer, no es necesario que me mates.

-         Hazlo, ¡rápido!

-         Está bien, ven conmigo, que te vea a mi lado, te ha visto luchando conmigo, así que creerá que eres enemigo, nunca antes la ha acariciado nadie que no sea yo, pero seguro que entenderá el gesto. Pondrás tu mano debajo de la mia, y comenzaremos a acariciarla con cuidado por la cabeza y el cuello para terminar en su hocico, y que te huela y te identifique.



Pero todo eso no hizo falta, porque “Luna”, se dio cuenta de que la nueva mujer olía exactamente igual que la otra, así y todo se dejó acariciar. Eusina también se sintió identificada con la perra, ya que ambas querían lo mismo, proteger a Orey, que así se llamaba la mujer del suelo, Orey, era hermosa, a pesar de tener la cabeza totalmente rasurada.


5 comentarios:

Eduardo Fanegas de la Fuente dijo...

Quién narices será esa Orey para que la perra haya decidido protegerla... Interesante y habrá que esperar al siguiente capítulo :-)

Ruben dijo...

Eduardo, el siguiente capítulo es mi debilidad, es mi preferido. Orey, será un personaje muy importante en esta historia. También Eusina.

Anónimo dijo...

Hola , creo que Eusina , es la reina guerrera de la serie de televisión "xena" no se si la habras visto alguna vez , pero la verdad es que esto cada vez esta mejor , espero el proximo capitulo un saludo de LM.

Ruben dijo...

LM, no era mi intención que se pareciese a xena, pero ahora que lo dices, tienes razón.

raspa dijo...

sera ke los perros son intuitivos