miércoles, 18 de mayo de 2011

1.- MIROS: LA HUIDA

MIROS



1.- LA HUIDA



         Miros corría como un loco, corría por su vida. Corría por su vida, pero su vida no le importaba ya nada, solo un instinto en  su subconsciente, ¡sobrevivir!, eso que le hacía correr desesperadamente. Ya se oían los ladridos de los perros de guerra a sus espaldas, no le preocupaban los perros, no le harían nada, le preocupaban los hombres que seguían a esos perros, porque esos hombres iban a matarle. Si los perros llegaban a su lado, seguirían con Miros hasta morir. Mientras la cabeza estaba a punto de estallar y le palpitaban las sienes, no podía evitar pensar en esos perros, sin duda “Luna” llegaría la primera, seguramente, con diez minutos de adelanto sobre los otros perros de guerra, mucho más efectivos en la guerra, pero mucho más pesados y lentos por aquellos parajes rocosos. Pero “Luna”, pobre “Luna”, porque ella llegaría a su lado, o moriría intentándolo.

         Mientras corría, cada vez más cansado, recordaba el día en que llegó al castillo, y como no tenían otra tarea que encomendarle, le pusieron a limpiar las perreras, a alimentar a aquellas malas bestias con carne cruda para que en la guerra fueran un soldado más. Al principio, no le gustaba su trabajo, Miros se encontraba muy a gusto entre los animales, pero estos perros, eran peor que los lobos, eran verdaderas fieras, maltratados y enjaulados, no sentían nada por nadie, solo temían al hombre que desde pequeños les entrenaba para matar y obedecerle, no le querían, no le apreciaban, solo le temían. Pero Miros, poco a poco sin que nadie, ni el mismo supiera cómo, fue inspirando cariño en esos animales. No les acariciaba, hubiera sido imposible, pero para unos animales que solo han recibido palizas, unas palabras dichas en un tono suave, mientras les daba de comer, eran un bálsamo, y a lo largo de todo un año, habían empezado a sentir por Miros lo que deberían haber sentido por sus dueños de no haber sido seleccionados para ser perros de guerra. A los pocos meses de comenzar  con ese trabajo, Miros ya podía entrar a curar las heridas que cada día sufrían de manos de su entrenador, lo cual, nunca había sucedido, porque cualquier persona que intentase acercarse a ellos, era atacada inexorablemente.

         En el momento que aquel miserable que entrenaba a los perros, soltó las correas que los retenían, todos salieron disparados, pero ni uno solo de ellos le habría hecho el menor daño, porque Miros era lo único bueno de sus vidas. Perseguían a Miros, sí, pero no para destrozar su cuerpo como si fuera otro el perseguido, perseguían a Miros, solo para estar con él, para jugar con él, para saltar a su lado. Todo eso era ignorado por los hombres que les dirigían. De haber sabido de la estrecha relación que había entre los perros y el fugitivo, no se habrían molestado en usar los perros.



         “Luna” ya estaba a su lado, justo cuando Miros comenzaba a subir por la escarpada ladera de aquella montaña. La fiel perra, entorpecía su avance, porque una vez juntos, el pobre animal demandaba una atención que Miros no podía tener. Una vez ascendiendo, Miros tenía una oportunidad, que sus perseguidores se detuvieran al pie de la montaña, sabedores como eran de que era imposible escalar esas montañas hasta su cumbre, porque nunca nadie había pasado por allí, esa era la frontera sur de sus vidas, porque nadie nunca había pasado de allí, y quien lo intentó durante el verano, murió o desistió. Ahora ni siquiera había comenzado la primavera, subir ahora era morir. Pero Miros no tenía otra opción, subir, que sus perseguidores se detuvieran, esperando que el hambre y el frío le hicieran retroceder y entonces capturarle.



         Era una apuesta arriesgada, pero tenía esperanza en que los hombres dejasen ascender a los perros, confiados en que los perros le alcanzasen y le trajesen en trocitos, como el mismo había visto en alguna ocasión, partes de un cuerpo amputadas a mordiscos. No contaban con que los perros, una vez a su lado, retornarían como enemigos y defendiendo al fugitivo.



         Efectivamente, los hombres acamparon al pie de la montaña, eso salió bien, pero también los perros se quedaron. Temeroso de perder alguno de sus valiosos perros, el entrenador les detuvo antes de que le siguieran. No podía regresar, si los perros estaban al lado de su entrenador, sería mucho más fuerte su miedo al entrenador que su fidelidad hacia Miros. Incluso podría poner en peligro a “Luna”.



         Se acercaba la noche, ese detalle en el que Miros no se había detenido a pensar, era el causante del fracaso de su plan, porque el entrenador de los perros nunca les dejaba sueltos durante la noche.



         Subir. Subir. Era preferible dejarse morir, pero lo mismo era una muerte demasiado larga. Subir no. Subir para qué. No se veían las cumbres, estaban tan lejos que nunca se veían, siempre rodeadas de nubes o nieblas.



         Cuando sonó el silbido que reclamaba el regreso de “Luna”, el animal, dudaba entre seguir al lado de Miros o regresar, la costumbre de retornar durante la noche estaba muy arraigada en los perros, pero últimamente retornaban al cuidado de Miros, y Miros ya estaba a su lado, el animal comenzaba a descender en dirección a los otros perros, pero al poco tiempo regresaba. Tan indecisa estaba, que cuando Miros la ordenó regresar, la perra obedeció aliviada.



         No sabía qué hacer, bajar era morir de una forma que ignoraba, pero en todo caso larga y dolorosa, en eso no dudaba, recordaba el proceder de esos guerreros con los apresados, amputaciones, quemaduras... le vino a la mente la visión de las tenazas empapadas en sangre, de algunos dedos humanos en el comedero de los perros, y de otras “lindezas” semejantes.

         No. Bajar no. Subir era morir, pero era morir agotado y helado, sin un rasguño, era caer inconsciente y no despertar. Subía, subía despacio, la ropa era insuficiente, a medida que desaparecía la luz solar, el frío era cada vez más. Estaba agotado y la lentitud de sus movimientos era patente. Subía a morir lejos del mundo que había conocido, a morir solo. Se animó pensando que morir helado, era mejor que morir quemado o despedazado.

         Se detuvo porque el desnivel se hizo infranqueable en el estado de debilidad en que se encontraba. Comenzó a avanzar a duras penas hacia un lateral con el único propósito de agotarse lo máximo posible, sobre todo para no estar esperando la muerte durante mucho tiempo. Había mucha nieve, durante el día estaba comenzando a derretirse, pero en la noche el frío congelaba de nuevo la superficie. Su barba estaba llena de escarcha, su nariz goteaba, y ya hacía un rato que avanzaba de rodillas clavando su espada por delante para apoyarse y no caer de bruces en cada paso.

         Me rindo, pensó. Y en el último gesto, de rodillas, levantó su espada para clavarla en la nieve por última vez, con todas sus fuerzas, que ya no eran muchas, empujó con todo su cuerpo, la espada descendió, pero no quedó clavada hasta la mitad, se hundió hasta la empuñadura, y siguió hundiéndose tragada por la nieve y arrastrando a Miros detrás. Cayó durante poco más de tres o cuatro segundos resbalando en la más absoluta oscuridad, no se veía nada, estaba magullado y dolorido, helado desanimado, cansado, muy cansado.



-         No importa, -dijo en voz alta- moriré aquí, da igual aquí que en la nieve. Aquí no hace mucho frío...



El sueño le venció, pero no murió, horas después, se despertó. En la superficie habría muerto, pero allí seguía vivo, y tenía hambre, buscó en su bolso y encontró un trozo de pan duro, estaba mojado, lo comió, y se metió un trozo de nieve en la boca que le hizo sentir cada uno de sus dientes.

Seguía sin ver nada, sin duda habría amanecido, pero no se veía nada. Se arrastró por el suelo mojado, poco a poco se puso de pie y tanteando con una mano la pared de un lado y con otra por delante de su cara para no golpearse. El suelo resbaladizo le hizo caer muchas veces, notaba la sangre resbalar por su rodilla, tenía los pies congelados, no tenía sed, pero tenía mucha hambre, estaba muy cansado, pero ahora que no tenía nadie persiguiéndole, lo único que podía hacer era avanzar por aquel tunel enorme.

De repente resbaló por una especie de torrente, se iba golpeando en todas partes. No supo cuánto tiempo duró esa caída, pero se le hizo muy larga. Finalmente cayó a un remanso, los ojos se le incendiaron con una luz, que no pudo soportar después de tantas horas en la oscuridad. Tardó mucho en poder abrir los ojos, salió a la orilla del riachuelo en el que se encontraba, miró a su espalda, y allí imponentes, desde el otro lado de la montaña, esas cumbres que nunca nadie había visto. Allí estaba, en ese lugar al que nadie había llegado nunca. Salvado, perdido, dolorido, mojado, helado, herido, sin nada en la vida, estaba en otro lugar, ajeno a su vida anterior, separado de su pasado por unas montañas al norte, infranqueables. Pero salvado.

Se secó al sol del mediodía, y descansó al lado del riachuelo, tumbado boca arriba, contemplaba aquellos picos soleados, los mismos picos que desde el otro lado de la montaña nunca se veían, siempre ocultos por la niebla  o por las nubes, además de eso, notó que la temperatura a este lado era más agradable.

A media tarde trepó a un árbol, y desde allí se veía un valle que descendía hacia el sur, también se veía como el riachuelo que tenía a sus pies se iba ensanchando. Se bajó del árbol, recogió su ropa y su espada y se dispuso a buscar un lugar en el que pasar la noche, tenía un hambre de lobo, pero ni siquiera tenía como hacer fuego, y mucho menos nada que comer.

Comenzó a descender poco a poco, el terreno era muy abrupto, y los precipicios eran peligrosos, tenía que caminar con mucho cuidado. A su derecha divisó una pequeña cueva, cuando llegase hasta ella, sería casi de noche, pero tenía miedo de pasar la noche a la intemperie, así que decidió apresurarse a llegar, deteniéndose solo para recoger algunos frutos secos que no sabían muy bien después de haber pasado todo el invierno en el suelo, pero con el hambre que tenía no podía andarse con remilgos. Cada vez tenía más hambre, lo poco que fue encontrando, no hizo otra cosa que abrirle el apetito.

Cuando llegó a la cueva estaba muy oscuro, entró tanteando, avanzó unos cuatro metros, se sentó, y enseguida se quedó dormido. El hambre y la debilidad, le provocaron terribles pesadillas.

Le despertó un ruido, muy cerca de él, hacia el interior de la cueva, sintió el ruido a menos de dos metros de él, se temió que fuese un animal, y cogió su espada, todavía era noche cerrada, y no se veía nada, apoyó su espalda en la pared, y con la espada por delante por si acaso. En esa posición esperó el amanecer, no se atrevía a salir por temor a ser atacado por la espalda. De vez en cuando oía una respiración muy agitada, pero no podía saber de qué o de quién podía ser.

Anhelaba y temía a la vez que llegara la primera claridad, pero cuando llegó, no tuvo miedo, asentó los pies firmemente, y se dispuso a defenderse. Lo primero que vio fue el brillo de unos ojos luego fue apareciendo la figura de un muchacho de unos 15 años, estaba atemorizado, había pasado tanto miedo que le temblaban las piernas, y las lágrimas resbalaban por sus mejillas.

-         ¿Quién eres? –preguntó Miros.- Tuvo que repetir la pregunta varias veces.

Fue retrocediendo poco a poco, y el muchacho se fue a su vez acercando a la salida. Miros fua bajando su espada.

-         No tengas miedo, no te haré nada, ¿cómo te llamas? –repitió-.

-         Nuño, me lla...mo Nuño...


16 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola podía, haberlo leído esta mañana, pero tenía mucha prisa, y ahora con más calma, lo e leído de un tirón , y la verdad es que tiene muy buena pinta , y si no es mucho preguntar para cuando el segundo capitulo , es muy interesante y tiene de todo un poco , Intriga , misterio , y suspense , un saludo de Pitufa , y ten por seguro que volveré a pasar por aquí , hasta entonces te deseo que tengas un feliz fin de semana .

Ruben dijo...

Pitufa, la verdad es que podría publicar todos los capítulos ahora mismo, pero lo que suelo hacer es dar un poco de tiempo entre uno y otro, porque los comentarios me ayudan mucho a la hora de analizar lo que escribo.
Pero pronto, dejemos pasar el fin de semana, a ver si se va animando alguien a leerlo...

Anónimo dijo...

Por mi de acuerdo , no tengas prisa que las prisas no son buenas , para nadie , si quieres un buen consejo mío , yo los relatos de "terror" , que por más que me empeñe , no dan miedo o eso creo , suelo escribirlos a medida que me viene la inspiración , y entre uno y otro relato a lo mejor pasa un mes , más o menos , por cierto ya que estoy aquí te pongo el nombre de mi blog de relatos de terror , por si algún día te apetece , entrar y comentarte que te parecen vale .
Http://historiasdelcementerio.blogspot.com, Un saludo y hasta pronto.

Ruben dijo...

Pitufa, ya sigo ese blog desde hace días, si te fijas debo de estar por ahí entre tus seguidores. Y creí que había comentado en el último, el de los zapatos.

Rafa dijo...

me gusta... tengo ganas de ver la continuación... me cae bien miros, por darles buen trato a esos pobres animales.

Ruben dijo...

Eddie, me alegro mucho de que te guste. Miros te irá gustando cada vez más, sobre todo al llegar a los capítulos del 5 en adelante.

Anónimo dijo...

Yo intentare leerlo de nuevo a la vez que vas poniendo.Les va a gustar a todos,estoy convencida de ello.No defraudas,ya lo sabes.Tan solo tienes que ver que cada día somos más.
Bs
http://tapatihappy.blogspot.com/

Ruben dijo...

Amanda, que no importa los que seamos, que con que lo lean un par de personas, ya me siento muy bien.

Mercedes Vendramini dijo...

Magnífico Rubén!!! Tu estilo es excelente y el tema de tu historia atrapante! Apenas uno comienza a leer desea seguir, seguir!!!
Te felicito y espero poder continuar pronto con la próxima "entrega".

Agradezco que hayas llegado a mi blog y me dejaras tan bellas palabras!!! no sé si las merezco ...-

Va mi cariño!

Ruben dijo...

Mercedes, si no las merecieses, no comentaría, soy muy directo.
Pongo lo que siento, de verdad.
Y las gracias a tí, por tener la paciencia de leer Miros a pesar de tan larga entrada.
Tu si que pones bellas palabras, lo mismo me contagié.

raspa dijo...

Es genial! engancha y dan ganas de saber más...
qué pasará?

(uf, lo de los perros maltratos me ha llegado hondo)
me han gustado muchos los comentarios, que me has dejado, eres sincero!

Ruben dijo...

te enganchará ahora, te puede aburrir después, no se sabe...
Soy sincero, lo que me ha costado muchos disgustos, por eso comento lo que me gusta, y lo que no me gusta, mejor no comento. Por tanto, siempre que comento es porque me gusta.

Eduardo Fanegas de la Fuente dijo...

Mira que no quería leer hasta que tuvieras todo publicado, imprimirmelo y leerlo tranquilamente en el camino al trabajo. Pero no he podido aguantar. Me gusta y tu forma de escribir atrapa rápidamente. Deberías buscar editorial aunque sea una guerra ;-)

Ruben dijo...

Es un poco largo para imprimirlo, te saldrían unas 100 páginas o más, yo prefiero ir sabiendo tu opinión cada capítulo.

Maharet Reina Madre dijo...

Hola Rubén...Empecé a leer tu historia...ya me atrapó...Te veo en el segundo capítulo...Soy Maharet...desde las mas profundas tinieblas...

Ruben dijo...

Maharet, espero que consigas llegar hasta el final, y ten en cuenta, que no soy escritor, que solo escribo para divertirme.